En un país como el nuestro, en el que el pueblo sobrevive desencantado con los desastres diarios provocados por una falsa democracia, estado fallido y corrupción, el ejercicio de convocar a los candidatos que serán elegidos a las diversas dignidades con el voto mayoritario es inútil, aberrante y estimula el rechazo general de la ciudadanía debido a su folklorismo y ausencia total del mínimo de respeto a un pueblo civilizado. La oferta y contraoferta, demanda y contrademanda, insulto camuflado y respuesta con pataleo incluido forman parte de ese show organizado para, una vez más, dejar al escucha en el marasmo habitual. Como reinas de belleza, con un mínimo de tiempo, los aspirantes y la candidata quedan en evidencia con su populismo, demagogia y avaricia. Fondo y forma deben ser transformados si se desea una guía con un mínimo de pudor ante las próximas elecciones; sin embargo, los intereses de poder evitan que esto suceda puesto que, al final del día, lo que cuenta es seguir manteniendo al ciudadano sumiso que pague impuestos y que se culpe a sí mismo por elegir mal, así de simple. Sin proyectos, ideológicamente descompuesto, con la visión paternalista como si el votante fuera un limosnero permanente y la convicción de que no es un servicio sino una prebenda, el sistema electorero provoca estos “debates” ruines que dejan la desazón anticipada y una sensación de peligro inminente. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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