Una vez pasada la tormenta del proceso electoral, en donde las campañas de los partidos políticos y de los candidatos descendieron a la sima de la procacidad y el cinismo, especialmente en las redes sociales que son espacios de inmundicia para deshonrar a personas e instituciones, es tiempo de retomar la compostura y dejar que los elegidos hagan las cosas bien. No hay que esperar el cumplimiento de promesas, que solo las doncellas a su primer flechador las creen, como tampoco convencerse de ideologías que sólo sirven de letanías al muerto. Lo que hay que esperar de ellos es cordura, sapiencia, honorabilidad y trabajo para cumplir con los anhelos de la comunidad.
Al hacer este llamado a los nuevos mandos, también emplazamos a la ciudadanía para que acepte democráticamente la decisión de la mayoría y respalde la gestión de los que entrarán en funciones. Aquello no quiere decir que se dé tiempo para evaluar lo que hacen, ¡no! El buen ciudadano debe colaborar con las autoridades todo el tiempo, evidenciando sus aciertos y desaciertos desde el primer día, si e caso amerita.
Ahora mismo advertirles que abandonen esa práctica detestable de retribuir a sus compadres, auspiciadores y amigos creando puestos burocráticos para engordar aún más a las obesas instituciones o permitir que hasta los vocales cuenten con asesores bien remunerados. Recuérdese que antes los presidentes de los concejos municipales eran cargos honoríficos, sin sueldo, menos tenían concejales y consejeros, ninguno tenía asesores y las cosas se hacían mejor que ahora que son bien remunerados y con grandes presupuestos.
Un buen administrador es aquel que reconoce sus limitaciones y no toma decisiones sin el asesoramiento de técnicos especialistas, más aún cuando se vive en un mundo en que los conocimientos han avanzado y las ciencias y la técnica se han bifurcado. De ahí la necesidad de que los jefes de alto rango se rodeen de personas entendidas en tal o cual especialidad. Las buenas autoridades se dejan asesorar de gente capaz, pero jamás contando con tanto asesor que más bien los obnubilan. Es inaudito constatar que mandos altos o medios cuenten con exceso de asesores, cuando los concejales o vocales de juntas parroquiales son los llamados a ser consejeros del superior.
Los asesores son consultores o informantes sobre alguna cuestión, en especial cuando se dedican a ello profesionalmente. Por tanto, no es simplemente un amigo, familiar o auspiciante de su candidatura, como los de hoy. (O)