La migración de ecuatorianos indocumentados hacia los Estados Unidos sigue imparable.
Un reportaje difundido por Ecuavisa muestra cuan peligrosa y mortal es la travesía por la selva de El Darién, en Panamá.
Aquella es ahora la ruta utilizada por los indocumentados de Ecuador, Haití y Venezuela.
Se van desde personas de la tercera edad, hasta niños -algunos incluso solos-, mujeres gestantes, familias enteras, con tan solo una mochila y unos cuantos dólares en los bolsillos.
En estos primeros dos meses de 2023, por la temida selva han pasado 9500 ecuatorianos. ¿Cuántos más lo harán hasta finales de año?
Las imágenes mostradas en el reportaje hablan por sí solas; igual los desgarradores testimonios de quienes se aventuran en pos del “sueño americano”.
Si logran pasar aquel infierno, el trecho por recorrer aún es largo, también lleno de peligros como secuestro, extorsiones, asaltos, accidentes y muerte.
El reciente accidente de tránsito ocurrido en Panamá es revelador. Entre los muertos y heridos hay ecuatorianos.
Entre los motivos esgrimidos por los indocumentados sobresalen tres: son víctimas de la extorsión (“vacunas”), la falta de trabajo y la inseguridad.
Aquellas son realidades sociales indiscutibles, sin visos de solución ni siquiera a mediano plazo.
Ese tipo de migración también causa un “efecto carambola”. Quienes llegan al destino soñado despiertan el interés en otros. Y para eso están los traficantes de personas.
Se ha dicho: la migración irregular ya es una especie de “cultura”, cuyo concepto no se presta para semejante comparación.
Entre los pueblos con altos índices de migración, los de Azuay y Cañar por ejemplo, la niñez ansía terminar la educación primaria, los adolescentes la secundaria, para lanzarse a la aventura.
Las causas, de acuerdo a los arriesgados migrantes, sobran para dejar el país, aun poniendo en riesgo la vida, en tanto el Estado se cruza de brazos.