Un nombre más en la lista de mujeres violentadas, ultrajadas, asesinadas, solo por ser mujeres. Una madre, una hija. Una persona que regresaba a su casa para continuar su vida sirviendo a los demás . Hoy no está más.
A la pérdida del ser querido se le añade la impunidad. Con indignación, porque la solidaridad no alcanza. Fueron los familiares quienes ubicaron al sospechoso, no la policía. Fueron los familiares que encontraron videos domésticos de forcejeos, no el Ecu911. De hecho en 48 horas no habían imágenes de otras calles porque las cámaras estaban en mantenimiento, o simplemente no habían. Fueron más creibles las versiones voluntarias de quien “acompañó” a Maribel a tomar el taxi, cuyo perfil delictivo tenía antecedentes y cuestionamientos de sus vecinos, que las sospechas de los familiares que clamaban por mayor atención.
Maribel es víctima de un sistema que la acusó desde el primer día. Fue víctima de una interpretación equivocada del protocolo que obligó a esperar. Fue víctima desde que las cámaras del Ecu911 no estaban disponibles. Fue víctima desde que la policía no podía hacer sus barridos especializados sino hasta 72 horas después. Fue víctima desde que había que aclarar que era enfermera en el dispensario médico del Terminal Terrestre. Maribel fue víctima desde que nació mujer.
Por eso insisto “Yo también soy Maribel.” Su cuerpo en ese espacio baldío, agredido y semidesnudo pudo ser el mío. Su intención era tomar un taxi, como los que yo intento tomar. Su familia desesperada, buscando y llorando es la mía, quemándolo todo ante la indignación.
#YoTambiénSoyMaribel Ella soy yo. Es mi hija, es mi madre y mi hermana. Es la indignación que habla desde el corazón que no aguanta tanta indolencia. Que insiste en que vivas nos queremos y que grita ¡todas somos Maribel! (O)