En esta situación de inseguridad que estamos viviendo y en esta época donde la corrupción -no solo me refiero a lo que involucra el dinero- se ha naturalizado como la vía para mirar al otro sobre el hombro, las opiniones se juegan entre lo que se debe hacer: la justicia como la puesta en práctica del derecho que asiste a toda persona; lo que se quiere hacer: justicia por cuenta propia ante la desconfianza de la primera; lo que podría resultar positivo: justicia terapéutica que evite la reincidencia y apunte al bienestar psicosocial; y, lo que sería ideal: inculcar, reforzar y sostener la educación en valores que aporten a sociedades más democráticas.
El miedo es ahora parte de nuestras vidas, de vidas completamente diferentes a lo que fueron décadas atrás; aquellos días de tranquilidad se perdieron cuando las pistolas y los cuchillos ahora son indumentaria de algunos; entonces, al sentirnos coartados ¿A quién confiamos nuestros hijos e hijas si en la casa, en la escuela y en la calle no hay seguridad?
Mientras se siga creyendo que la inseguridad en otros territorios está controlada porque se desplazó a otros sectores más no porque ha disminuido ¡SEGUIMOS MAL! Décadas atrás escuchaba a mis padres hablarnos sobre el cuidado que debemos tener de los antisociales; hoy, les advierto a mis hijos sobre criminalidad.
Los tiempos no pueden cambiar así de violentos, estos tiempos no deben ni pueden quitarles ni a los míos ni a los de otros la paz y la libertad. Entendamos que vivir con miedo no es una manera de vivir. (O)