Hasta hace treinta años era impensable denominarse feminista en Cuenca, la ciudad conservadora. El término era tan radical, que se lo consideraba una herejía. Que las mujeres se juntaran para levantar su voz y solicitaran equidad en todos los campos no formaba parte del discurso de aquel entonces.
Pero tres décadas después, la realidad ha cambiado. No como se ha esperado, sin embargo, no se puede negar que las generaciones actuales cada vez son más distintas a las que se veían en la Cuenca de antaño.
Sobre esta transformación, sobre los cambios que han impulsado las mujeres para ganarse un espacio que nunca debieron haber perdido, fueron analizados en un encuentro entre el Cabildo por las Mujeres, la Universidad de Cuenca y la organización Sendas.
La idea del encuentro fue hacer una retrospectiva del feminismo en la ciudad, de cómo ha mutado, y de lo que falta por hacer.
“Las precursoras eran acusadas de todo, eran mal vistas por la sociedad. No se aceptaba que las mujeres incursionaran en los ámbitos públicos porque se entendía que las mujeres tenían que estar relegadas a lo doméstico, que la política era cosa de hombres”, recuerda Nidia Soliz, coordinadora del Cabildo por las Mujeres de Cuenca.
Pero en los noventa llegó un momento en que, de a poco, las mujeres de la ciudad empezaron a levantarse y exigir un lugar en cada uno de los ámbitos de la sociedad: la educación, la política y el trabajo.
Y en medio de ese levantamiento, el 8 de marzo ya no se lo consideró como ese día para decir y recibir “felicidades”, sino como una fecha insigne que año a año ha tomado muchísima fuerza para exigir los derechos de las mujeres.
“Tal vez hace unos 25 años empezó a institucionalizarse el 8 de marzo . Y efectivamente, en su momento, el 8 de marzo se volvió una fecha simbólica e importante y posicionada por algunos colectivos y organizaciones que trabajábamos por el derecho de las mujeres”, comentó María Isabel Cordero, directora ejecutiva de Sendas.
Los levantamientos, sumado al cambio del concepto del 8 de marzo, trajo importantes resultados en la educación, en la política y en el ámbito económico de Cuenca.
Pero, para eso, hubo constantes luchas que hoy se mantienen. La presión para que la equidad se alcance ya no es solo cuestión atada a una fecha o a un evento.
“Hemos logrado sostener a pulso los alcances, y a eso hay que poner atención. No viene directamente del estado, no viene desde las esferas de poder. Las transformaciones vienen desde abajo, desde lo social, desde las organizaciones y el movimiento. Y sostener eso, viene también desde allí”, opinó Nidia Soliz.
Deudas vigentes
Además de los colectivos, desde distintos espacios se ha impulsado la defensa de la equidad. Por ejemplo, la Universidad de Cuenca cuenta con una carrera dedicada al género y desarrollo. Este programa es el único que existe en Latinoamérica.
En el ámbito de derecho, gracias a la presión ejercida por las mujeres, la penalización de la violencia abarca sus distintos tipos. Hasta hace solo ocho años y medio, el femicidio, en el Código Orgánico Integral penal (COIP) no estaba considerado.
“Todavía tenemos unas deudas históricas. Por ejemplo tenemos la violencia vicaria que todavía no se encuentra en nuestra legislación, que son todos aquellos actos que se realizan en contra de la mujer a través de su familia, de sus hijos. Creo que todavía nos falta trabajar sobre aquello”, opinó Juan Peña, decano de la facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Cuenca.
Aunque aún no está presente del todo la equidad en Cuenca, no hay cómo negar los cambios sustanciales que han dejado asentando, y que continúan haciéndolo, las mujeres a través de las constantes luchas, cuyo único fin es recuperar un espacio del que nunca debieron ser apartadas por pensamientos retrógrados. (I)