Tal parece que en este artículo hablaremos de religión, o tal vez no. Bueno, un poquito. Esta Semana Mayor me hace reflexionar sobre cómo actúan los venerables jueces de la república. ¿Quién podría entender este acto? Un ciudadano comete ilícitos, recibe habeas corpus, y regresa a las calles como si nada hubiera pasado. Es más, son tratados como santos en las audiencias.
¡Este accionar de los magistrados ya nos tiene cansados! Los policías ejecutan los controles. Arrestan a los delincuentes. Pero a las pocas horas, salen campantes por la puerta grande. Otros pillos son más avezados. Cuando son heridos en los enfrentamientos demandan a los uniformados.
Es por eso, que un gendarme piensa dos veces antes de desenvainar su arma y abrir fuego contra los amigos de lo ajeno. Temen que se los juzguen por el uso excesivo de la fuerza. Puede que sean ellos quienes vayan a pasar años en la cárcel.
¿Pero en qué país vivimos? My friend, hay abogados que se sacan fotos con los peores criminales festejando su liberación. Es terrible escuchar a los jueces decir que han dejado libre a esas lacras porque no hubo pruebas. A pesar de que son hallados con armas, metralletas, granadas, explosivos, droga, dinero y otros juguetitos, pero los administradores de justicia señalan que eso es insuficiente.
Analicemos otro caso. ¿Cómo calificaríamos al juez que otorgó la excarcelación de Salcedo? Quien de pasito dispuso que se le devuelvan sus cuentas bancarias y su carrito para que vaya a gozar de su libertad. No me extrañaría que cuando traten de recapturarlo ya habrá salido del país. Así como lo intentó hacerlo, pero se le cayó el avión.
Y hay más historias similares. Hace pocas semanas un juez de un cantón chiquito solicitó la libertad de dos femicidas. Así. Como si nada. Se ampararon en algún recurso medio chueco y salieron a las calles sin cumplir sus condenas. ¡Indolentes! (O)