Cada vez son menos y esto es muy doloroso. Hoy, ante la avalancha de contenidos multimedia, cada vez son menos quienes realizan el sagrado ritual de abrir un libro y darse a llave abierta a la aventura de la imaginación liberada. Si, cada vez son menos los lectores mientras las librerías, especie en peligro de extinción, nos recuerdan la dolorosa paradoja de nuestro tiempo: la sociedad con más acceso a la información en la historia, es también la más ignorante.
Y claro, la culpa no es solamente de las nuevas generaciones. Lo es también del sistema. Los pénsum escolares que incluyen, por un mal comprendido sentido de cultura general, a los clásicos como Cervantes y el Quijote luchando contra los molinos de viento, la antigua Grecia y el viaje de Ulises al reino de Ítaca. Obras maestras sin duda, pero obras escritas en su tiempo y contexto, que valen por su estilo y simiente, pero tediosas y complicadas para quien se encuentra por primera vez con la literatura. O de lo contrario, que de eso también tenemos bastante, aquellos autores de moda que están siempre entre la narrativa y la autoayuda, tan populares como superficiales, redundantes, banales… Además, leídos de forma obligada, con resumen y control de tarea. Me pregunto ¿Su libro favorito lo sería, si hubiera tenido que resumirlo a cien palabras por capítulo?
Sin embargo, hay salvación. Porque existen también ¡caramba que sí!, libros maravillosos, oscuros, seductores, desgarradores. Libros decisivos que abordan con coraje los grandes temas de la humanidad: el amor, la muerte y este interminable bostezo universal. Allí están las Cruces sobre el Agua de Gallegos Lara, desangrándose junto al obrero; el tortuoso sendero que transcurre “Entre Marx y una Mujer Desnuda” de Adoum, el fantástico Macondo de García Márquez, los versos infinitos de Neruda (“…te pareces a la palabra melancolía”), la genial, casi imposible, Rayuela de Cortázar. Libros que se resisten al ensayo y el resumen, que deben abordarse con una copa de vino y el corazón en la mano. Obras apasionadas, comprometidas, verticales y tan necesarias para rescatar, tal vez, solamente tal vez, al libro de su doloroso destierro… (O)