Las peculiares máscaras de Diego Jaramillo


Desde la juventud, al artista plástico y arquitecto Diego Jaramillo le llamó la atención las máscaras. Por su simbolismo y significado, por su uso, por su condición misteriosa, el cuencano se sintió atraído.

Esa atracción lo llevó a convertirse en un coleccionista de máscaras. Pero no de aquellas que fueron construidas para adornar las casas. El artista siempre se interesó por los objetos que en las comunidades y pueblos se usaron en los rituales o en las fiestas.

Y lo que empezó como una afición pasó a formar parte de su vida. En cada viaje, en cada visita que hizo por el mundo, Jaramillo aprovechó para buscar, y de ser posible, adquirir una máscara.

“Yo comencé a coleccionar máscaras desde joven. He tenido la oportunidad, por diferentes motivos, de viajar a diferentes partes del mundo, y eso me ha permitido conseguir máscaras de zonas tan distantes, tan diferentes”, contó Jaramillo a diario El Mercurio.

La primera máscara que daría inicio a la colección provino de un regalo de sus padres. Se trataba de una máscara mexicana. Luego llegaron unas máscaras de Pujilí, unas que se usaban en las fiestas del Corpus.

En su colección forman parte máscaras elaboradas con diferentes materia- les, como madera o plástico. XCA

Entonces, poco a poco, de viaje en viaje, los objetos aumentaron, hasta que la colección llegó a ser de 120 máscaras, de 22 países.

Características de los objetos

A través de su afición, Diego se ha encontrado con una diversidad de personajes, con una variedad de materiales, con los que cada país le ha dado forma a un sinnúmero de rostros que simbolizan a alguien que hace algo en un ritual o en una fiesta.

Caras antropomórficas, rostros extraños, máscaras, cuyos detalles, para apreciarlos, se necesitaría por lo menos una hora. Así se conforma la colección del artista Diego Jaramillo.

Otra de las particularidades de las máscaras que tiene el cuencano es la manera en cómo fueron conseguidas. En muchísimos casos, Diego ha tenido que hablar con las comunidades para proponer la compra de sus máscaras.

“No es fácil comprarlas. Algunas se encuentran en las comunidades. Pero en otros casos hay que hacer el contacto. Los almacenes que arriendan los trajes para las festividades son una fuente, pero es difícil, porque su negocio no es vender”, dijo el artista.

Aun así, Diego no se detiene. Por ejemplo, en alguna ocasión, en Bolivia, hizo un recorrido largo hasta dar con una tienda en donde propuso que le vendieran una de las máscaras que ellos alquilaban.

Precisamente en esa complejidad también está el gusto, porque si el proceso de adquisición fuera fácil, lo más probable es que la colección hubiera terminado ya. Sin embargo, en el caso de Diego, esta no termina. Sigue y seguirá.

“El coleccionista es alguien que nunca termina con su obsesión. Y yo sigo con esto”, finalizó Jaramillo. (AWM)-(I)

Una de las máscaras más extrañas que tiene Diego es una proveniente de México. En ella se observa cómo, de los ojos, salen unas serpientes que luego entran por la boca.

Otro de los objetos de la colección que más valor tienen es una máscara hecha en Suiza, que es usada por los campesinos en sus fiestas de cultivo.

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