Jorge Barreto luce serio y a su vez amable. Al contar su historia dentro del deporte siente nostalgia, se emociona al hablar del judo, aunque en su juventud fue seleccionado de fútbol y tuvo como compañeros a destacados jugadores.
Tampoco su vida es solo la actividad deportiva, también expone su trayectoria en la docencia universitaria, es psicólogo educativo y orientador vocacional.
Sus alumnos, la mayoría exseleccionados nacionales y provinciales, lo definen como un ser humano dedicado, humilde, sincero, amigable, dispuesto a enseñar, exigente y con gran generosidad. Tiene 60 años y 45 de ellos han sido dedicados al judo, su pasión, su vida.
Mientras hace una pausa a sus actividades como Director de la Carrera de Pedagogía de la Actividad Física y Deporte en la Universidad de Cuenca, el reconocido estratega rememora que su historia en el arte marcial se inició a sus 14 años. En ese entonces, en la ciudad existía el Cine España, en donde se estrenaban películas de estas actividades. Desde ahí su gusto por la disciplina originaria de Japón.
Su historia con el judo comienza en el club Jigoro Kano, que en ese entonces era dirigido por los profesores Luis Carpio y Francisco Cisneros.
“Luego me acerqué a la Academia Anton Geesink, que estaba ubicada en el Teatro Casa de la Cultura. Agradezco infinitamente a Luis Carpio, mi primer maestro. Gracias a él he logrado muchas cosas en mi vida”.
Su trayectoria como deportista no fue de muchos años, pues se retiro de la vida competitiva a los 22 años. En esta época participó por Azuay en los sextos Juegos Nacionales y también representó a Ecuador en los Juegos Bolivarianos, disputados en Cuenca en 1985. Su categoría fue los 71 kg.
Un año después tomó la decisión de incursionar como entrenador. Esta etapa la comenzó en la Federación Deportiva del Azuay (FDA) y duró hasta 1988.
Bajo su tutela estuvo uno de los equipos femeninos juveniles más fuertes en la historia de la provincia, entre sus integrantes se destaca Diana Santana, Mónica Flores, Svetlana Bravo, Fabiola Merchán, Jenny Llivisaca y Marisol Solís.
En su afán de aprender más por este deporte, viajó hasta Cuba en donde alcanzó el título de Licenciado en Cultura Física, con especialización en judo. Allí radicó cinco años.
En 1993 regresó al país y su vida como estratega continúo en el colegio Técnico Salesiano. Allí fue uno de los mentores para fundar el primer dojo.
Permaneció en el país hasta 1996. Nuevamente salió de Ecuador con destino a España, en donde vivió 13 años y alcanzó el título de Doctor en Ciencias de la Actividad Física y Deporte. A eso se suma su título de Maestro Nacional, otorgado por la Real Federación Española de Judo.
El sello del cuencano Jorge Barreto quedó plasmado en suelo español. Su enseñanza se involucró por tres años en la Organización Nacional de Ciegos, en donde dirigió los primeros entrenamientos del deportista Sergio Ibáñez, quien en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 obtuvo la medalla de plata en la división de los 66 kg.
“Siento orgullo de haber participado en su formación. Todo trabajo debe ser en equipo”.
En 2009 regresó a su natal Cuenca. Se involucró en diferentes puntos de enseñanza. No obstante, su pasión por la academia continúo en la Universidad de Cuenca, desde el 2012. En la actualidad sigue en esta actividad y también fomenta el judo entre sus estudiantes.
Cariño de sus alumnos
A lo largo de su trayectoria se ha marcado el cariño de todos los alumnos que han pasado por su vida, verlos crecer como personas llenas de disciplina le hace entender que verdaderamente han captado una de las intenciones de ese deporte.
Sin dejar de lado la humildad que lo caracteriza, menciona que se siente muy orgulloso por todos los logros alcanzados en su vida; sin embargo, piensa que a pesar de tanta trayectoria y camino recorrido quedan muchas cosas por conseguir, muchos alumnos que entrenar y deseos de que sus alumnos sigan triunfando.
Su inspiración
Jorge Barreto es el último de nueve hermanos. Sus padres fueron Ángel Barreto y Martha Andrade “Mis papás fallecieron cuando tenía 11 años. Mis hermanos fueron un pilar importante en mi vida”, recuerda.
Su inspiración también viene de sus hijas Cinthya y Leyla, de 24 y 30 años, respectivamente. Ellas viven en España. Su nieta se llama Alma Ortiz. También entrega el cariño de padre a Samantha González.
Para Barreto no todo en la vida es judo. Su otra pasión es la cocina; sus especialidades son las recetas cubanas, españolas y ecuatorianas. Fuera del tatami y de la universidad se destaca su gusto por el baile. Su género favorito es la música tropical.
“Siempre hay que demostrar fortaleza ante las adversidades y el judo me ha ayudado en ese sentido. Todo lo que he conseguido ha sido gracias a este deporte que me llena de vida todos los días”.