Democracia, puente tendido sobre las tiranías, que permite al pueblo encontrarse con el pueblo. Delicado e invaluable tesoro que, hoy como pocas veces, se encuentra asediado por las fuerzas políticas desatadas. Y esto cobra mayor relevancia cuando recordamos, justamente el día de mañana, aquel lejano 29 de abril de 1979, cuando la sorpresiva victoria de Jaime Roldós en las elecciones presidenciales, marcaba el regreso del país a la democracia tras una larga dictadura militar, a manos del general Guillermo Rodríguez Lara, que cobró la vida y la libertad de innumerables activistas políticos y sociales, en medio de la suspensión absoluta de las libertades civiles y los derechos humanos.
Sí, fue a raíz de la Asamblea Constituyente de 1978, la que aprobó un sistema democrático con elecciones libres, que pudimos ver una luz al final de la larga noche de la dictadura. Hasta aquella clarinada de triunfo, cuando, bajo la sombra de Roldós, aquel que solía decir “… la democracia no es solo un sistema político, sino una forma de vida en la que cada persona tiene un rol fundamental que desempeñar”, el Ecuador se encaminaba por el cauce de las naciones civilizadas. Aquel abril del 79, que representa el símbolo de la lucha contra el despotismo y la defensa de los derechos humanos.
Sin embargo, triste y oscura ha sido la historia de nuestra siempre tambaleante democracia. La corrupción atroz, minando la confianza en las instituciones democráticas, la inestabilidad política, ahogando al pueblo en la incertidumbre y volviendo imposible la implementación de políticas a largo plazo; la tremenda desigualdad socioeconómica, detonando las protestas y movimientos sociales mientras se debilita, día con día, el apoyo a las instituciones democráticas.
«La justicia social es la piedra angular sobre la cual se construye una sociedad más equitativa y justa» nos decía Roldós, poco antes de aquel aciago 24 de mayo de 1981, en el que un inexplicable y misterioso accidente aéreo cobrara su vida. Y cuánta razón tenía. La justicia social, la honestidad, la comprensión del para qué del poder, lecciones no aprendidas que, hoy, una vez más, nos tienen caminando al borde de un peligroso abismo… (O)
@andresugaldev