Las 21 parroquias rurales del cantón Cuenca salieron a las calles de la ciudad para reclamar por la inseguridad.
Sus habitantes son víctimas de los extorsionadores (“vacunadores”) ; de asaltos, robos, hurtos, del microtráfico de drogas y, cuando no, del abigeato.
En estas últimas semanas, los barrios urbanos, las cabeceras parroquiales rurales, y otros colectivos ciudadanos, en común lanzaron un grito: “exigimos seguridad”.
Protagonizaron marchas en sus propias zonas. Se han pronunciado a través de los diferentes medios de comunicación, ni se diga en redes sociales. Han hecho manifiestos públicos; en fin, todo cuanto puedan para expresar su malestar e indignación; pero, sobre todo, su predisposición para unirse.
Han diseñado estrategias como los patrullajes nocturnos integrando brigadas, y amenazan a los antisociales con decisiones extremas. Estas, en algunos casos, han sido ejecutadas para escarmentarlos y disuadirlos.
Sin embargo, la exacerbación puede llevar a la retención y castigo de inocentes por considerarlos sospechosos. Actúese, por lo tanto, con convicción y tino.
La parroquia El Valle, por ejemplo, ha instalado su propio sistema de videovigilancia. Las alarmas comunitarias en algunos barrios son otros métodos de protección; igual los grupos de Whatsapp para alertar la presencia de potenciales delincuentes.
Como lo demostraron los sectores rurales, la unión es fundamental; perder el miedo, igual. Sin embargo, como dicen, requieren a tiempo el respaldo de la Policía, con patrullajes constantes; pero también la aplicación de la ley. Esto le compete a la Justicia.
Todo Ecuador vive tiempos de inseguridad, posiblemente nunca antes vistos; peor por las acciones criminales de los carteles del narcotráfico, categorizados ya como terroristas por el Estado.
En tal contexto, con las diferencias debidas, la protesta y las exigencias de los sectores rurales de Cuenca tienen fundamentos.