Crónicas con oleaje y tinta de mar (I)

Aquello de que la realidad supera a la ficción es pertinente en determinados casos, sucesos y testimonios. Esto último es precisamente lo que recoge con avidez periodística, Freddy Solórzano, en A cuatro pasos de la muerte y otras crónicas (Cuerpo de Voces Ediciones, 2022); recopilación de testimonios que leemos a diario en este país de la línea imaginaria, a ratos, con asombro y sobresalto y, otros, con naturalidad, morbo y cinismo.

Esa tarea noticiosa que se fragua en la inmediatez de los hechos y de las horas, es recuperada a través de la crónica, género que bebe de otros congéneres como la entrevista y la propia tesis autoral; hibridación contemporánea que enriquece los decires y sentires cotidianos, y cuyo eje articulador es el tiempo (cronos). La vida se contrapone con la muerte, desde el caleidoscopio del indagador de certezas.

Es en Manabí en donde se desarrollan los nudos argumentativos y críticos de los relatos de esta obra. Por eso, Solórzano (quien conoce los atributos, riesgos y condiciones de esta geografía costeña) se refiere en sus narraciones a personas comunes que provienen de la orilla del mar: pescadores a la deriva, comandos vengadores, habitantes de poblados tristes y desolados, bañistas, narcotraficantes, asesinos, presidiarios, seres anhelantes de superación, solitarios, náufragos, desvalidos, desplazados, violentos, exploradores de tesoros, bohemios empedernidos, poetas bendecidos, amantes furtivos, mujeres de la noche alegre o mujeres desencantadas del amor y la falta de afecto, hombres vencidos por el tedio y el vicio u hombres enloquecidos por la codicia y la felonía.

¿Hasta qué nivel, tales realidades descuellan por sobre la inventiva literaria? Digo aquello, considerando los acontecimientos de los personajes retratados que en más de un lector(a) pudiesen provocar dudas en su configuración verosímil. Como el caso de la indemnización de doscientos cincuenta mil dólares jamás cobrada por la familia de una menor muerta tras un accidente aéreo en 1996, o del octogenario insomne que recibe extrañas ondas cerebrales. Al igual, que el niño que se convierte en niña, la búsqueda -con detector de metales- de joyas escondidas al filo de playa, El Ruiseñor de América y sus veintiséis hijos reconocidos y otros tantos sin reconocerlos. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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