¿Acertó el gobierno con designar a Paúl Carrasco como gobernador del Azuay, un político de casta, controversial, temperamental, casi siempre candidato a todo y por casi todos los partidos y movimientos, y un asiduo a las redes sociales, en especial a Tik Tok, su plataforma preferida hasta para sus excentricidades?
Tras su nombramiento, sorpresivo hasta cierto punto, reflotan las incongruencias políticas. Su movimiento, esta vez, RETO, “no está en alianza con el gobierno nacional”, ha dicho Carrasco. Cuando candidato a la alcaldía de Cuenca negó tener el apoyo de CREO, pese a ser evidente, y lo repetía el propio Presidente Lasso.
“… bueno, son las cosas de la vida; todo cambia”, ha expresado ahora. Lo correcto hubiera sido decir: son las cosas de la política.
Su designación debe ser una de las más polémicas de los últimos años. Basta ver las redes sociales y los criterios variopintos dichos en los espacios abiertos a la opinión ciudadana en algunos medios radiales.
Pero, bien, es el gobernador del Azuay. Representa al gobierno y en tiempos casi de terror. A la provincia le aquejan la delincuencia de todo calibre, la minería ilegal, los reclamos constantes por la pésima vialidad, la descoordinación ministerial, por no decir desidia, y un largo etcétera.
El delito de la extorsión (“vacunas”) debe ser el más preocupante. La zozobra se apodera de todos; pues se trata de un enemigo acechando entre las sombras.
Sus primeros pasos, según declaró, será reunirse y coordinar iniciativas y acciones con el nuevo alcalde y prefecto; igual con representantes de otras instituciones públicas y privadas.
Unir esas propuestas, incluyendo las provenientes de barrios y parroquias, puede derivar en una estrategia práctica, operativa y oportuna, sin desconocer realidades como la insuficiencia de policías y recursos económicos.
El tiempo dirá si el gobierno acertó con confiar en Carrasco; y él mismo, con sus acciones demostrará cuan preparado estuvo para asumir semejante tarea.