Verónica Guazhambo ingresó al mundo del arbitraje dos años después del nacimiento de su hijo Thiago. Sufría cuando tenía que separarse de él para asistir a las pruebas físicas, a las clases en la Universidad de Cuenca o para ir a un curso fuera de la ciudad. Llegó a pensar que no era correcto lo que hacía.
“Una cosa es que se quede una tarde con mi familia, pero uno o dos días era complicado. Me llamaba y llorando me decía cuándo voy a regresar. En esos momentos pensaba que no es justo que a tan temprana edad empiece a sentir que no está su mamá y que debería esperar que crezca para regresar al arbitraje”.
Su familia fue clave en esos momentos de fragilidad emocional. Con el tiempo su hijo se adaptó “a todas las situaciones que teníamos dentro del arbitraje” y pudo seguir con su preparación profesional.
“Es un niño que ha madurado bastante para la edad que tiene (siete años). Hay fines de semana que tal vez planificamos algo, de pronto sale una designación y me dice: ya sé que tienes que ir a pitar, no hay problema, será otro día”.
Ambos disfrutan salir a comer o visitar algún lugar que no conozcan. Ella no tiene mayores expectativas de que su hijo siga sus pasos. “Él practica fútbol, pero no es que le encanta o le llama la atención como el arte y sobre todo la pintura”.
Mientras ‘Vero’ trabaja, su hijo estudia y aguarda su llegada en casa de los abuelitos. Algunos fines de semana “se queda con mis papis, con sus tías y así pasa de familia en familia”.
Sin descuidar su rol de madre, desde hace cinco años no deja de prepararse para impartir justicia en la LigaPro. Ya lo hace en la Superliga Femenina.
LA FRASE
“Ser madre no es nada fácil, pero tampoco complicado. Se necesita un poco más de tiempo, de organización y a veces de sacrificio”.
EL DATO
En 2022, a sus 25 años, fue la primera árbitra central azuaya en recibir la escarapela FIFA y la primera cuencana en recibir la certificación como asistente del VAR en los partidos de la LigaPro Serie A. También obtuvo la Licenciatura en Cultura Física.