En gran parte del Azuay la inestabilidad de los suelos parece ser una constante.
Las incesantes lluvias recrudecen fallas geológicas, causan derrumbes de magnitud afectando a casi toda la red vial, y provocan nuevos deslizamientos de tierra.
A los producidos en el sector La Cría cuyos habitantes fueron evacuados; en una comunidad de Girón no hace pocas semanas, ahora se suma el ocurrido en la parroquia Zhidmad, cantón Gualaceo, amén de los anteriores.
En Zhidmad varias familias han sido evacuadas tras deslizarse un cerro. Avanzaron a salvar sus vidas.
Según una primera evaluación, “la causa principal sería la saturación del suelo por la descarga de agua de pozos sépticos, lavadores y baños de forma inadecuada”. Las lluvias hicieron el resto. Las consecuencias están a la vista.
En los sectores rurales abundan los pozos sépticos, único medio para evacuar las aguas servidas. Pero, ¿cuánto duran? Si técnicamente es factible, ¿se los somete a mantenimiento, cuando menos a una revisión?
Ocurridos esos eventos naturales, vienen las evaluaciones, los estudios, los primeros ofrecimientos de las autoridades; de pronto alguna ayuda solidaria, los afectados son albergados por familiares. Pasa el tiempo, y todo queda en nada, como ocurre en La Cría por ejemplo.
Otra vez inspeccionan el puente destruido sobre el río Rircay, sector Sulupali. Su curso natural, aguas arriba, fue afectado por la explotación de áridos. No hay dinero para reemplazarlo por otro, excepto ofrecimientos.
Y para el colmo: según el INAMHI continuarán las lluvias; es más, está cerca la llegada del fenómeno climático de El Niño cuyas consecuencias son impredecibles. No por ello deben cruzarse de brazos y esperar.
Los expertos vaticinan grandes inundaciones, más destrucción de las vías, aparecimiento de enfermedades, y más la carestía de la vida.
Intensas lluvias; deslizamientos por doquier; socavones, cerca El Niño, vialidad a la deriva; y encima, cambio de ministro de Transporte y Obras Públicas.