No he vivido ninguna guerra y desconozco como sea, más allá de lo que he visto, he leído o me han contado, al final uno gana y otro pierde, pero entre sangre y muerte… todos pierden.
Hoy estamos en otra guerra, de esas que pocos la perciben, de esa confrontación campal donde convierten al dolor en venganza; donde hacen de la oportunidad, oportunismo; donde al correcto lo oprimen y al deshonesto lo condecoran; en esta guerra de energía negativa si alguien está bien lo empujan, pero no para impulsarlo sino para verlo caer.
Las personas somos diversas como diversas son nuestras conductas, pero eso no nos exime de transgredir al otro; la gente da lo que tiene y si tienen obscuridad jamás brillarán aun cuando pretendan robar la luz de otros.
Estamos tan metidos en egos y absurdas vanidades que nos olvidamos de mirar, de escuchar, de reconocer y sobre todo de agradecer; esta guerra de malas energías es tan peligrosa como la violencia que arrebata a inocentes hijos de sus madres; en esta guerra de extrema arrogancia el que entra solo ya pierde por anticipado, pero su torpeza no lo deja ver.
En los hogares, en las escuelas y en la inmensidad del colectivo se construye en unión y en armonía, se construye la bondad y la generosidad. En nosotros está el cambiar el presente, yo no quiero pelear ni en esta guerra, ni en otras. (O)