Las nuevas vacunas contra la poliomielitis, que ya se han probado con éxito en modelos animales y que ya se están ensayando en humanos para corroborar su seguridad y eficacia, permiten vislumbrar la erradicación definitiva de una enfermedad que en muchos casos puede ser asintomática, pero también muy discapacitante y potencialmente mortal.
Investigadores de la Universidad de California-San Francisco y del Instituto Nacional de Normas y Control Biológicos del Reino Unido publican este miércoles en la revista Nature los avances de sus trabajos para encontrar nuevas vacunas contra la polio, las primeras después en cincuenta años.
Y es que a pesar de que la polio ha protagonizado algunas de las campañas de vacunación más exitosas de la historia, el virus responsable de la enfermedad sigue circulando por el mundo y han surgido nuevas cepas a partir de la vacuna oral que más se ha utilizado durante las últimas décadas.
Esa vacuna oral utiliza virus vivos debilitados que en ocasiones mutan y dan lugar a brotes incluso en países en los que la polio se había eliminado, y los investigadores han desarrollado dos nuevas vacunas orales que pueden ayudar en el esfuerzo que la Organización Mundial de la Salud está haciendo por la erradicación definitiva de la enfermedad.
Las dos nuevas vacunas se fabrican a partir de «poliovirus» debilitados y modificados genéticamente para reducir su peligrosidad, según refleja este trabajo, que ha sido dirigido por el microbiólogo e inmunólogo Raúl Andino (Universidad de California) y el virólogo Andrew Macadam (Instituto Nacional de Normas y Control Biológicos del Reino Unido).
Los científicos observaron que con tanta variación en la vacunación, entre países y dentro de cada uno de ellos, el virus responsable de la polio ha persistido en el siglo XXI, y se mostraron convencidos de que las nuevas vacunas ayudarán a erradicar la enfermedad de forma definitiva.
Aunque en muchos casos es asintomática, la polio puede causar parálisis graves y hasta la muerte en uno de cada cien niños que la contrae; se propaga a través de partículas fecales u orales, por lo que es especialmente problemática en las regiones donde el saneamiento es deficiente.
Hasta ahora se utilizan dos vacunas; la «vacuna antipoliomielítica inactivada» (VPI) que se elabora con poliovirus muertos y se administra mediante inyección; y la «vacuna antipoliomielítica oral» (VPO), que se logra con poliovirus debilitados y se administraba en un terrón de azúcar o en un caramelo.
La primera es la más utilizada en los países con una atención sanitaria sólida, y la segunda -una opción más barata y fácil de administrar- se utiliza en los demás casos, y los investigadores han asegurado que en el caso de la vacuna oral el virus debilitado puede mutar y transmitirse a los que no están vacunados.
El trabajo que publica Nature constata que el virus original de la polio ya sólo se ha detectado en Afganistán o Pakistán, pero la polio derivada de esa vacuna oral se ha detectado en Siria, República Democrática del Congo o Estados Unidos, y que el número de personas afectadas por este virus es ya mayor que el de afectadas por el virus original o «salvaje».
Los investigadores idearon varias mutaciones que consiguen reducir esa reversión genética y las aplicaron a una nueva vacuna, que fue autorizada en 2020 por la OMS como «uso de emergencia» (un mecanismo para agilizar la disponibilidad de un fármaco aunque no haya sido todavía aprobado) y se distribuyeron 600 millones de dosis que lograron detener muchos brotes de polio.
Pero aquella vacuna no cubre todas las cepas de la polio, y recientemente han aparecido casos en países como Israel -con un amplio nivel de vacunación- o en zonas de Estados Unidos donde mucha gente se niega a vacunar a sus hijos.
Y a partir de esta vacuna, los investigadores han logrado ahora dos nuevas vacunas que incorporan todas las mutaciones posibles, han demostrado ya en modelos animales que previenen la enfermedad y han comprobado que son mucho más seguras que las vacunas originales.
Las dos nuevas vacunas se están probando ya en ensayos clínicos para garantizar que son eficaces y seguras y que no revierten a formas peligrosas en humanos. EFE