Se habla mucho de que el ser humano debe desarrollar otras cualidades que no forman parte del plan de estudio, tales como la madurez e inteligencia emocional, que va de la mano con la inteligencia social. Esta última, trata de aprender a relacionarse de forma efectiva con los demás, para colaborar y conseguir objetivos comunes. Es tener la capacidad de llevarse bien en una comunidad, entendiendo que es mejor cooperar que competir; de ahí que es importante tener la capacidad de percibir los intereses y necesidades de los demás y participar en esa interacción a favor de un bien común.
Nuestra conciencia social nos dice que debemos prestar atención a las palabras, entonaciones, señales verbales y no verbales de quienes nos rodean; al final, “lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice” (Drucker).
Goleman da como características de la conciencia social a la empatía, al comprender pensamientos, sentimientos, intenciones e interpretar adecuadamente las señales emocionales no verbales; a la sintonía receptiva de conectarnos con los demás y a la cognición social de entender el funcionamiento del mundo social. Es decir, esta conexión y relación con los demás, nos permite tener prudencia para actuar y hablar en determinadas situaciones sociales.
Las personas que logran alcanzar grandes niveles de inteligencia social hacen que los demás se sientan respetados y apreciados; lo contrario, es el comportamiento tóxico, irreflexivo y egoísta que lleva a desacuerdos, incomodidades y conflictos interminables.
El hombre es un ser social y, por esta misma característica, es necesario cultivar hábitos sociales que fortalezcan las relaciones. Partir, por ejemplo, de evaluarnos en empatía, orientación al servicio, adaptabilidad y manejo de conflictos son aspectos claves de la inteligencia social, especialmente, en situaciones de crisis, que llevará a mejorar la calidad de vida. (O)
