Enciendes la televisión, dizque para informarte, y comienzan a contarte los asesinatos del día: desmembrados, quemados, colgados, con 20, 25 tiros y rematados con otros 30. Ahora, hasta de candidatos. A lo mejor, mañana o pasado de alguien que conoce las fechorías salidas a flote – cosa de no creer – en los Estados Unidos y no en el Ecuador, y que si declarara se derrumbaría Babilonia y todos los áticos; o del que conoce quien, y por exigencia de quien, desapareció el tercer informe sobre la investigación del asesinato del general Gabela.
Ni bien despiertas, sabes que en pocos días elegirás a quien quiere alquilarse para ser presidente de este Ecuador asolado por las siete plagas.
Y no sólo de presidente. También de asambleístas, esos seres, asimismo alquilados para joder, para hacerse al mejor postor y pasarse mirando el gran mural de Guayasamín, sin saber quién fue Guayasamín.
Antenoche escuché a un candidato presidencial; y ¡vaya! que anonado quedé al saber que tiene solución para todo. Algo así como el si el médico general pudiera operar tumores cerebrales, descuajeringar el corazón para extraer amores obtusos, entablillar fémures hechos pedazos, cambiar riñones, sacar las muelas del juicio y hasta hacer pedicures y manicures, aunque sea mingando.
_ Le preguntaron: ¿Si es elegido presidente, ¿cómo afrontará las millonarias pérdidas que dejará El Niño?
Ya veremos. Hay que salir a buscar créditos no reembolsables.
_ ¿Cómo resolverá la dramática situación del IESS? ¿Qué opina de la propuesta de reformas hechas por una comisión designada por el Gobierno?
Bueno, esas reformas son neoliberales. Nosotros somos solidarios, y los jubilados deben tener una jubilación digna. Ya veremos.
Y así. El hombre, como los demás presidenciables, da a entender que en el resto del mundo está regado dinero no reembolsable; que para traerlo solo basta con salir a buscarlo con linterna, con cuya luz hasta se podría hallar el oro escondido por Rumiñahui.
Despiertas de la siesta y te enteras que una candidata ya escogió al que será su asesor uno, aunque fue al revés; y ante los jóvenes habla de mojigaterías y de relajos colegiales.
En la categorización que de los Cojudos (de nacimiento, por contagio y por trauma cerebral) hizo Soflocleto, no encuentro en cuál ubicarla a esa señora. Ubíquenla ustedes.
Sí, sí; miras el reloj, atisbas el arribo de la noche, y proyectas un país donde alguien, unos pocos, como en un cuento de Anton Chéjov, quieren hacernos creer que son capaces hasta de pintar tinieblas.
Emulando a Quino: Así va el Ecuador. (O)