Organizado por el CNE, un inusual debate entre los candidatos a la Presidencia de la República se realiza este domingo.
Inusual por cuanto uno de los ocho aspirantes no estará. Se trata de Fernando Villavicencio, asesinado el pasado jueves y cuyas consecuencias electorales es imposible anticipar, dado el alto grado emocional típico de la mayoría de los votantes. Y ahora muchísimo más.
Los demás debatirán sobre cinco temas diseñados por el CNE: Seguridad y gestión integral de los impactos de la delincuencia y el crimen organizado. Régimen económico, creación de empleo y desarrollo productivo. Política social: educación, salud, cultura, bienestar familiar y social. Democracia, institucionalidad y participación ciudadana. Sostenibilidad, gestión de riesgos y conservación del medio ambiente.
El mecanismo previsto no sólo estará a merced del tiempo, limitado hasta nomás, sino por la cantidad de participantes. Un acto político de esa índole no debe pasar de dos, hasta de tres, como ocurre en países donde solo se presentan los verdaderamente opcionados.
Pero las cosas están dadas, y así ocurrirá. Resta conocer si tras el debate se alterará las preferencias electorales, sobre todo si incidirá entre los indecisos. Es más, cuánto pesará la ausencia física de Villavicencio cuyo asesinato ha removido las entrañas de la gente, aún no siendo partidaria de él.
Los diversos medios de comunicación se han esforzado por diseccionar los planes de trabajo de cada presidenciable. Prevalecen las generalidades sobre los diversos temas. Cuanto dicen y ofrecen en discursos y entrevistas poco o nada reflejan lo escrito en esos programas, peor la realidad, dura por donde se la mire, del país en cuanto a lo económico, social, ni se diga al verdadero monstruo de la inseguridad.
Hasta ahora están en deuda revelar los cómo cumplirán, en caso de ganar, tantas promesas. Esto esperan conocer hoy los ecuatorianos, y los moderadores deberán esforzarse por sacarlo a flote. Ojalá.