Los medios de comunicación, en su versión impresa y digital, como para aliviar el impacto negativo de noticias ligadas a la violencia criminal, a las disputas políticas cuyo objetivo no es el bien común, se esfuerzan por publicar crónicas y reportajes de quienes, desde sus distintos oficios y quehaceres, luchan por no dejarse vencer por la adversidad, por la crisis económica, ni por la inseguridad.
Mejor si esas noticias vienen acompañadas de videos y fotografías, vitales en la comunicación de hoy. Los medios televisivos apuntan en esa misma dirección, si bien en horarios poco asequibles.
Los ecuatorianos sintieron alivio cuando la mortalidad del Covid-19 fue desplazada gracias al plan masivo de vacunación. Esto implicaba reemprender.
Pero nadie esperaba el resurgimiento de la violencia, cada vez más criminal. Sus diversas formas de actuar, sobre todo la extorsión, han insuflado miedo y pánico.
Pese a ello, la gente se desafía a si misma, toma precauciones, exige protección policial, y sale a trabajar para llevar el pan a la mesa; en muchos casos para sobrevivir.
Se da modos para reinventar sus oficios culinarios, sus artesanías, sus aficiones artísticas, hasta para producir mejor el campo, para abrir negocios, emprender; aprovechar los recursos turísticos existentes en sus comunidades, para usar la tecnología y ampliar la clientela, cuando no para innovarse.
Si bien no son noticia de primera plana ni figuran dentro de los “avances” de los noticiarios televisivos, esas formas de vida, de lucha pese a todos los avatares, son un bálsamo de optimismo, de línea correcta para no perder la fe en el país; justifican, de algún modo, abrir las páginas de un diario, revista o prender el televisor.
Una sociedad subyugada por el estrés, a veces autoprovocado; por la ola criminal; polarizada por el entramado político; por la crisis económica, merece de los medios de comunicación aquel tipo de informaciones. Creemos estar en esa línea.