Hace 15 mil millones de años tuvo lugar el gran estallido que originó al Universo, surgiendo la materia, la energía, espacio y el tiempo. Este último, como magnitud física que nos permite ordenar la secuencia de los sucesos, interpretando un pasado, un presente y el futuro. Tiempo, al que lo utilizamos para nuestra fisiología y mantenimiento de la vida, más que un sueño diría Calderón de la Barca, “la vida en realidad es tiempo”.
Esto nos permite referirnos a la historia, al nacimiento y muerte de los seres humanos, al periodo de un Presidente, a un partido de fútbol, a una cita de negocios o cualquier hecho. Y el “tiempo vuela” es la expresión popular que nos recuerda que el presente es efímero y que el pasado también, porque la frágil mente se encarga de empolvar los hechos, las penas y aún las alegrías, las fechas y casi todo. Y lo único que tenemos en frente de nuestra existencia es el enriquecimiento del espíritu, el disfrutar de los libros, el complacer el alma con los arpegios de una guitarra o el teclado de un piano, una pluma y un papel para plasmar un verso, una cámara de fotos que perennice lo importante.
Cuando niños queremos ser adultos y cuando adultos soñamos con ser niños con sueños y salud, y para todos, el tiempo corre ineludible e indetenible, renovándose la vida en todos los órdenes, desde las bacterias hasta el ser humano en un complejo mecanismo de selección natural que ha sido adulterado por un incorrecto manejo de los humanos sobre una depredada natura que no tiene futuro positivo en términos de la degradación ambiental que impera sobre el planeta todo.
Recuerdos y nostalgias que se acumulan en nuestra memoria, la presencia de nuestros abuelos, padres, hijos y nietos, canas sí conservamos los cabellos y el encuentro con los contemporáneos en centros de salud o en conversaciones que hablan de mejores días cuando brincamos con una sola pierna, así como el descubrir que mucha gente ha partido al más allá, lo cual nos acerca a primera fila con el pasaje sólo de ida. (O)