No sólo se necesitan conocimientos racionales

Una referencia cinematográfica

Volví a mirar -en esta ocasión con mi familia- después de varias décadas, la recordada, apreciada y premiada película Zorba el griego, estrenada en 1964 que, por sus sobresalientes características de interpretación de sus actores, fotografía, música maravillosa y sobre todo por el enfoque de su dramática trama, para muchos, tiene un lugar especial en el brillante universo de las mejores producciones cinematográficas de todos los tiempos. Yo opino como ellos.

De la falsa, pero culturalmente acendrada, dicotomía entre lo racional y las otras características humanas, el escritor de la novela que inspira el guion de la película y luego el director de la misma, construyen literaria y cinematográficamente el escenario en el cual lo lineal, limitante y excluyente de la razón que condiciona la vida de uno de sus principales personajes es francamente confrontada por el desenfado, generosidad, bravura y nobleza que caracterizan a Zorba, principal figura de la obra de arte que inspira este texto.

Una de las tantas conclusiones espontáneas, siempre susceptibles de nuevas versiones, al mirar la película y luego reflexionar sobre ella, es el título prosaico de este ensayo, No solo se necesitan conocimientos racionales… para ser, estar y vivir, sino que se requieren otros factores diferentes a la razón  -una de las fuentes de la formación profesional y ciudadana- que son otros elementos que forman parte de diversos escenarios de la complejísima condición humana, como los emocionales, intuitivos, oníricos, de percepción, contemplación, asombro frente al misterio vital, así como la capacidad de maravillarse frente a las  respuestas que frente a ese interrogante ha dado la civilización desde la ciencia, el conocimiento y la humanísima fe.

Si así no fuese, si las complejas y sutiles categorías humanas no racionales, no fuesen necesarias porque la razón y sus derivaciones aplicadas lo resuelven todo, las personas salimos sobrando y la máquina adquiere derechos soberanos sobre nosotros, condicionando el presente y el futuro porque los sistemas informáticos, la robótica y la inteligencia artificial superan con creces lo que el individuo puede hacer en cualquiera de los espacios que requieren certeza matemática.

En la película que no la comento, pero si la posiciono como inspiradora de esta propuesta de texto, la razón encarnada en uno de sus protagonistas no resiste el embate de la bullente vida emocional que proviene del otro personaje principal, quien la asume e incorpora con, porque la esencia de todos está compuesta también por lo imaginario, la ilusión, el dolor, la esperanza, el miedo, la alegría o la decepción.

“El alma es mas vieja que la razón”

El alma, constituida por todas las características de la sofisticada condición humana, que incluye, por supuesto a la razón, es mucho más antigua que este último elemento. La racionalidad como forma de pensar emerge en un momento determinado de la historia, para muchos, con los griegos hace alrededor de cinco mil años, permitiendo el intercambio entre los hombres a través de la argumentación, el diálogo y el debate intelectual que busca siempre el conocimiento y las respuestas al porqué de las cosas. En el ámbito de la convivencia, en la polis griega, se posiciona a la palabra y al razonamiento como la herramienta más poderosa de influencia de los unos sobre los otros.

Con el avance de la historia y por los logros extraordinarios de la razón que se relacionan con los productos de las ciencias sociales y las ciencias objetivas que han marcado en gran medida la historia, esta característica de la condición humana, la racionalidad, adquiere estatus de expresión privilegiada entre las capacidades del hombre. Sin embargo, las otras propiedades del espíritu siempre estuvieron presentes, generando una parte igualmente poderosa de la cultura de la civilización.

La emoción en el ser humano, consustancial a su propia existencia, es una característica originaria que se encuentra como fundamento de los comportamientos primigenios y condiciona las respuestas humanas a los estímulos externos, de forma previa al análisis racional. El miedo genera cautela, el instinto de supervivencia produce comportamientos creativos.

Por eso, es necesario el desarrollo consciente de todas las capacidades mediante una educación humanista para alcanzar los mejores niveles posibles en las vidas personales, siempre desde la perspectiva de contribuir con el desarrollo de los otros, cuidar la vida de las personas y preservar el entorno natural. La ciencia y la tecnología como productos racionales tienen un avance inmenso y se proyectan de manera indetenible hacia formas que no precisan de las otras capacidades humanas y, en un futuro cercano, quizá tampoco necesitarán de la racionalidad humana que ha sido puesta a su servicio. La realidad actual y el futuro son inciertos en cuanto a la preservación de la vida orgánica y espiritual por el irresistible desarrollo de la robótica, la inteligencia artificial y el pensamiento racional.

El desarrollo de la espiritualidad

El avance de la espiritualidad es fundamental para resistir y orientar, para detenernos en la vorágine truculenta del camino científico que no tiene límites porque su lógica es lineal y no requiere de la opinión moral para su progreso, supeditado internamente, a lo que se pueda proponer y tenga certezas de realización y funcionamiento. Estoy hablando del escenario específico de las fórmulas y algoritmos que llegan a condicionar la voluntad humana, no por el ejercicio de la fuerza, sino por su vigencia práctica irresistible y por la exigencia interna de proyectarse por ese camino, pese a todo. Pese a la destrucción.

No solo se necesitan conocimientos racionales. No solo se necesita de la ciencia y de la tecnología que, siendo importantes para la vida de la sociedad, la resolución de problemas y para enfrentar los grandes cambios civilizatorios, deberían responder siempre a las necesidades humanas propuestas por la reflexión moral, los sentimientos, la pasión, el miedo y todas las otras categorías que se encuentran en espacios diferentes a la razón.

La felicidad, la armonía y la paz global, así como la vida de los individuos y de los pueblos, dependen más de una espiritualidad lúcida y permanentemente cultivada, que trascienda y se concrete en las estructuras sociales de convivencia, que del desaforado avance tecnológico que nos somete cada vez más a su lógica que no reconoce ni necesita de emociones, sentimientos, percepciones, creencias y menos aún de actos de fe.

De igual forma, los individuos profesional y personalmente,  son más eficientes frente a su vida propia y a la de los otros, si fortalecen las capacidades del alma, pues en las relaciones entre las personas intervienen momentos que van desde lo torvo y esquivo de una mirada que revela lo artero e hipócrita, hasta lo transparente y luminoso de una sonrisa que muestra bondad y solidaridad, pasando por gestos, expresiones o manifestaciones sutiles y complejas que identifican la condición humana y nos diferencian de las máquinas.

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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