Todos a las urnas
Más de 13 millones de ecuatorianos acuden este domingo a las urnas para elegir al nuevo Presidente de la República, cuyo gobierno durará apenas un año ocho meses, o menos incluso.
Será el periodo más corto para un Presidente elegido bajo circunstancias especiales, derivadas de la ingobernabilidad, característica de nuestra democracia, pese a sus 44 años ininterrumpidos, aunque con altibajos.
Exacerbada por la polarización entre las dos candidaturas finalistas y la campaña continua en redes sociales pese al silencio electoral, la elección disipará la tensión e incertidumbre generadas desde el pasado 20 de agosto, día de la primera vuelta.
Las elecciones son uno de los tantos insumos del ejercicio democrático, si bien el principal. Por tal razón, la concurrencia a las urnas debe ser masiva.
De por medio está el destino del Ecuador, la esperanza y la fe de todo un pueblo. Una elección también trae implícita estas peculiaridades propias del ser humano, con mayor razón ahora en tiempos de agobio a causa de la inseguridad.
“La política no me importa”. “No vivo de la política”, son frases citadas por mucha gente, a lo mejor imbuida por cuanto sus necesidades, aspiraciones, la solución de sus problemas, han sido escatimadas; o las acciones de aquéllos, desde el poder conferido en las urnas, han derivado en traición de principios, incumplimiento de ofertas, cayeron en la corrupción, o respondieron a intereses mezquinos de grupo.
Pero las decisiones de los políticos, mal o bien, oportunas o no, nos marcan la vida, el rumbo del país, también nos afectan. Por lo tanto, no debemos actuar con impavidez; al contrario, con responsabilidad, sopesando los pro y contra de los candidatos, su pasado, y el de quienes los rodean y patrocinan.
En ese contexto, la voluntad popular se expresa hoy. El Consejo Nacional Electoral está obligado a actuar con transparencia y a respetarla; igual los perdedores.