El Gobierno de Guillermo Lasso está en retirada. Mientras más pronto se vaya, mejor, dirá la mayoría de ecuatorianos.
El último “en apagar la luz”, y de manera anticipada, es el ministro de Energía, Fernando Santos. Su parsimonia e incuria, finalmente desencadenaron en cortes diarios de luz a partir de este viernes.
El estiaje ocurrió mucho antes de lo previsto. Lo dijo el propio ministro en varias ocasiones. El CENACE lo advirtió en febrero pasado y emitió varias sugerencias, pero los responsables se desentendieron.
Casi a la par, Colombia dejó de vender energía hidroeléctrica, asimismo por falta de lluvias, e importó al Ecuador energía térmica, mucho más cara.
Eso también lo dijo Fernando Santos. Pero de las palabras, de sentirse en apuros ante la inminencia de los apagones, no concretó nada a tiempo, incluso la declaratoria de emergencia llegó con “pasos de caracol”.
Los embalses de todas las hidroeléctricas están casi, casi vacíos. Entonces llegó lo tan temido: el racionamiento de energía de tres hasta cuatro horas diarias a nivel nacional.
Eso implicará millonarias pérdidas económicas. Lo sufrirán desde las empresas más grandes hasta el negocio más pequeño; pues no todos están en capacidad de generar su propia energía.
Los racionamientos llegan en fechas claves como el próximo feriado. A lo mejor se prolonguen hasta Navidad y Fin de Año. No menos preocupante es por la inseguridad.
El sector empresarial no demoró en protestar. La causa, si bien es por el estiaje y la falta de inversiones en el sector, también lo es por la imprevisión, la nula o tardía reacción ante el apremio, la ausencia del gobernante, llamado a actuar con firmeza para dar certezas, exigiendo celeridad a sus funcionarios. ¿Estuvo enterado de la situación? ¿Convocó, cuando menos, a sesión de Gabinete para analizarla?
Faltan 465 megavatios. Ofrecen generarlos hasta diciembre. ¿Será de 2023?
Se sabe cuándo comienzan los apagones; no así, cuándo finalizarán.