Uno no sabe qué pensar, ni siquiera cómo llegará el Ecuador a finales de 2023.
El país cada vez más está para el asombro, no precisamente por algo positivo que nos lleve a este estado de ánimo. De ninguna manera.
Ver que la Justicia es embarrada y amoldada según las apetencias de procesados y sentenciados, ni se diga por quienes la imparten, peor de los que la apetecen para salvar sus pellejos, resulta aberrante.
Oír a quien habló de rescatar el valor de la palabra, recibiendo en la Asamblea Nacional a lo peor que haya llegado al Consejo de la Judicatura, como si se tratase de un personaje ilustre, es vergonzante.
No sentir el mínimo chirichi, pese a conocer que aquel megalómano quiere ubicar en la Corte Nacional de Justicia (CNJ) a los súbditos del “proyecto político” en calidad de jueces, es vomitivo.
Para quien le vale un comino que la misión de observadores internacionales haya dicho que el concurso para jueces de la CNJ está plagado de irregularidades, igual que lo advirtieron varios Colegios de Abogados, debe ser “honroso” ir a la Asamblea y ser recibido casi que con flores.
Igual de “honroso” debe sentirse por haber prorrogado en funciones a otros jueces sin siquiera sonrojarse; igual ese otro juez (¿juez?) que inventa todo para que uno de los capos del “proyecto político”, acosador a mujeres, además, no sea llamado, una vez más, a juicio.
Da para pensar si aquel remedo de declamador fue nombrado para ese cargo, al que lo deshonra, a propósito, o a cambio de.
Como también da para pensar que, tras la fallida censura a Guillermo Lasso, el dribling en marcha para esquivar un potencial juicio político a ese personaje, las “ansias locas” por llevar a la picota a la fiscal general y sea devorada por unas cuantas hienas, comienzan a salir los verdaderos motivos del trípode construido para la supuesta gobernabilidad.
¿Acaso no es para asombrarnos, para hacernos malasangre, escuchar a la ministra de Gobierno decir que es consciente de los riesgos que corre por los cambios que hará en la cúpula de la Policía Nacional, incluyendo las “actividades que va a realizar cada general”?
¿Qué quiso decir? O, ¿cómo lo debemos interpretar?
Casi nadie reacciona al conocer que el líder de una banda delictiva en El Oro tenía permiso para portar armas, como si la entidad que le otorgó no supo su historial delictivo; o, luego de darlo, no se enteró en qué andaba semejante angelito.
Ayer nos enteramos que el “Estado, medios (de comunicación) e instituciones financieras están penetrados por las mafias”, según un informe oficial. ¿Qué, recién? ¡Santo Dios!
Así las cosas, ¿cómo nos vendrá 2024? (O)