Es un presidente de pocas palabras. Ha sido la expresión generalizada al hablar de la comunicación gubernamental, siempre acompañada de la explicación que comunicar poco no quiere decir que sea malo. La comunicación tradicional del largo discurso y exacerbada oratoria son gestos que el actual presidente ha señalado que no van más en el Ecuador.
El acto de posesión del flamante presidente es, en sí mismo, una manifestación. Fue su familia, su corto discurso lleno de frases de efecto colmaron los titulares del siguiente día. Venía una nueva forma de hacer y comunicar la política porque lo “anti” tiene techo y el “pro” es infinito. Que él va por el diálogo y no por los caducos revanchismos.
Acto seguido trata a su vicepresidenta con la más tradicional y deplorable forma de hacer política. Aislada y virtualmente exiliada del gobierno del nuevo Ecuador. Siguiente anuncio público, la eliminación de la tabla de umbrales de consumo de drogas. El gesto provocó una conversación más bien ambigua por lo apresurado, por la confusión de los fiscales y jueces y por el poco seguimiento que el mismo gobierno le dio a un cumplimiento de campaña. El anuncio fue un video enviado a redes en viernes noche como distractor ante la agenda que estaba siendo acaparada por Verónica Abad. En política tradicional eso es cortina de humo.
La tercera lectura es el anuncio de la Ley de Emprendimiento. Un video donde el principal vocero es el ministro de Finanzas para describir el desastre fiscal, y luego el anuncio en positivo del presidente Noboa con una solución que, en su criterio, es la Ley enviada a la Asamblea. No entra en detalles. Quienes sí lo hacen son los analistas que prontamente indican cómo esta Ley no resuelve las urgencias del país.
Hablar poco, no es malo. Lo malo es caer en contradicciones, enviar mensajes ambiguos o como cortinas de humo. No se trata de pocas palabras, sino de que aquellas vengan acompañadas de actos políticos coherentes. (O)