La posición radical de un gran segmento de la población de Pelileo, provincia de Tungurahua, respecto de expulsar a los venezolanos radicados temporalmente en este cantón, debe llamar la atención de toda la colectividad.
Aquella reacción, a raíz del asesinato de un miembro de la Policía Nacional a manos de presuntos delincuentes de esa nacionalidad, no se justifica bajo ningún punto de vista.
Los autores son sometidos a la ley, y, por lo tanto, pagarán la condena en la cárcel.
Desde aquel momento fatal, los venezolanos, la mayoría dedicada al comercio informal, fueron objeto de acoso frontal, incluyendo de sus arrendadores.
La población de Pelileo es mayoritariamente indígena. Esto ha sido reivindicado, pero tampoco justifica aquella posición xenófoba.
La semana anterior, la Junta del Campesinado de Pelileo organizó una marcha. Dio plazo de 72 horas para la salida de los inmigrantes venezolanos.
Los participantes gritaron consignas en contra de los venezolanos, arrastraron monigotes, pretendiendo caricaturizarles a más de considerarles, de manera velada, como delincuentes. Una insensatez.
Cuando la gente huye de su país por la pobreza, persecución política, de las dictaduras, aunque con ropaje democrático, como ocurre en Venezuela, ocurren hechos como los comentados. Se cumple aquel adagio popular: “por uno o dos pagan todos”.
Del Ecuador también emigra parte de su población de manera ilegal.
Cuando por alguna razón esos ecuatorianos son detenidos, ultrajados inclusive, exigimos se respeten sus derechos y rechazamos sin son objeto de xenofobia.
Quiérase o no aceptar, en todo el país hay una soterrada animadversión a una parte de inmigrantes venezolanos, en especial cuando ocurren hechos delictivos, y uno o más de ellos está involucrado.
Por medio de cuatro ministerios, el gobierno nacional ejecuta varias acciones para garantizar la seguridad de los venezolanos en Pelileo, cuyas organizaciones deben recuperar la calma.