La chicha del Pase del Niño: la tradición de la familia Pulla

Entrar al hogar de los Pulla es adentrarse a un vaivén. Unos están por allá, otros están por acá; unos piden, otros dan. Y todo por una sola razón: la chicha que ellos elaboran con ahínco y devoción para regalarla a todos aquellos que asistan a la pasada del Niño Viajero que se celebra cada 24 de diciembre en Cuenca. 

Ya son más de cuatro décadas que la familia Pulla tiene la tradición de preparar la chicha en diciembre para repartirla entre los devotos del Niñito Viajero.

La costumbre la empezó don Cesario Pulla, hijo de Rosa Palomeque, quien es considerada como una de las iniciadoras y mantenedoras del Pase del Niño tal y como se lo conoce ahora. Y desde diciembre de 2022, tras la muerte de don Cesario en ese mismo año, la tradición la lidera Patricia Pulla, su hija.

Junto con sus hijos y esposo, cuando llega el último mes del año, Patricia se activa, se organiza y prepara los miles de litros de chicha, cuya receta tiene un ingrediente especial: amor y devoción por el Niño Viajero.  

En este 2023, la familia Pulla dividió la elaboración de la bebida en dos etapas. En la primera, que se realizó hace una semana, se elaboraron 500 litros de chicha para que sean bendecidos ayer por monseñor Marcos Pérez.

El acto religioso, el que participaron autoridades y representantes de las instituciones públicas, asimismo, es ya una tradición que sirve como parte de la antesala a la gran pasada y como un agradecimiento a los alimentos elaborados.  

En la segunda etapa, que se llevó a cabo el 16 de diciembre, se prepararon los 10.000 litros de la bebida que será repartida en las calles Bolívar y Tarqui, en la mañana del próximo 24 de diciembre.

“Movidos por la fe, por la devoción, por el amor al Niño, todo el año nos hemos preparado. Desde la obra civil hasta la preparación. Todo esto para que el 24 de diciembre todas las personas reciban una sabrosa chicha en honor al Niño Viajero”, dijo Patricia Pulla a diario El Mercurio.

Trabajo duro

Cuando los participantes o espectadores del Pase del Niño reciben la chicha de los Pulla, solo la pueden ver, oler y saborearle. Lo que hay detrás, como el proceso de organización y elaboración de la bebida, es ajeno.

Y es que, detrás de la chicha que se elabora año a año hay un trabajo arduo. A pesar de que la familia Pulla ha tecnificado la elaboración a través de calderos y máquinas, el trabajo es durísimo.

Desde la inversión económica, pasando por los ingredientes, y hasta mantener el mismo sabor en los 10.000 litros de la bebida, la chicha es un regalo que tiene su costo en todo el sentido de la palabra.

“Por nuestro anhelo de brindar más chicha a la comunidad, nosotros nos hemos tecnificado para poder hacer más volumen. Los equipos les hemos aumentado la potencia para hacer más chicha para aquellos que participan en el Pase del Niño Viajero”, explicó Marcelo Poveda.

Marcelo es hijo de Patricia. Él está a cargo de que los equipos funcionen y den los resultados que buscan en la bebida. Para eso Marcelo tiene un proceso que sigue al pie de la letra. Un error puede comprometer a la chicha.

Colaboración

Además del esfuerzo económico y técnico que hay detrás de la elaboración de la chicha, también está el factor humano. Sin devoción de la familia de Patricia, sin el trabajo físico, no hubiera la bebida.

Esa devoción suele motivar a otras personas, grupos y familias a unirse y colaborar. Un ejemplo de ello es Hugo Pozo, quien, junto con su esposa e hijos, dejaron su natal Quito el fin de semana para llegar a Cuenca y ayudar a Patricia en la elaboración de la chicha.

“Es la segunda vez que venimos a Cuenca para ayudar a Patricia. Esto es por la amistad, por la creencia. Ver a mis hijos pequeños ayudar, ser parte, ser humildes, es un acto que uno quiere compartir con ellos”, dijo Hugo.

A pesar de que él y su familia nunca han participado en la pasada del 24 de diciembre, solo con ver la fe y el amor que tiene Patricia por el Niño Viajero, se motivaron para ayudarla.

Y aquello es la esencia del Pase del Niño. Lo que se ve en Patricia Pulla y su familia también se ve en los miles de creyentes que dejan sus hogares, sus trabajos, sus responsabilidades para agradecer y pedir a una imagen que mueve a los cuencanos. (I)

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