Entre lágrimas mi Amanda (14 años) llamaba a su papá pidiéndole que regrese pronto del trabajo. Su desesperación era evidente, afuera estaba la muerte caminando. Mi abrazo y conversación honesta sobre el estado de excepción declarado, el conflicto civil identificado por las autoridades y los esfuerzos de los gobiernos locales por prevenir y controlar la situación intentaron tranquilizarla, junto con nuestra búsqueda de fe en Jehová Dios. Unos minutos después llegó el papá a iluminarlo todo y ella volvió a sonreír.
Describo esta escena, que seguro será también la de su casa, compartiendo con mis lectores esta nota más personal. Porque en lugar de estar analizando la comunicación, el silencio presidencial reemplazado por la arenga militar, las decisiones en seguridad y los riesgos de no definir bien el estado de los grupos de delincuencia organizada, el clamor de una sociedad por justicia inmediata, las acusaciones de culpables y responsables, prefiero hablar de mi hogar, de la seguridad de nuestros hijos, de la paz de mis padres.
Son tiempos críticos, difíciles de manejar, dice un pasaje Bíblico, que tal vez sea lo único certero ante el escenario de incertidumbre, junto con el hogar, que en algunas familias provee seguridad y paz. Por eso busco volver al núcleo de la sociedad, que es la familia, y desde ahí recomponer el tejido social que se ha roto. Fortalecer la organización local, barrial, para cuidarnos entre nosotros con verdadero sentido de comunidad. Volver la mirada a lo local, desde las Instituciones que toman decisiones por protección y cuidado. Aunque el derecho de trabajar y de estudiar sea parte de la resistencia, corresponde tener prudencia y responsabilidad por la vida y la integridad física y emocional que también son un derecho que hay que proteger.
Ver en las autoridades de la ciudad y provincia un esfuerzo por permanecer unidos en un escenario de conflicto. Su trabajo conjunto y articulado, aportando entre todos por recuperar la paz y el control de la ciudad. Volver a la vida en comunidad, al cuidado del otro, del prójimo. Ante la incertidumbre y el tejido social roto, volver al núcleo social para encontrar paz. (O)