En los últimos años, hemos sido testigos de una marcada transformación en las preferencias de las familias en todo el mundo: la decisión consciente de tener menos hijos. Según proyecciones de la ONU, más de 90 países no alcanzan actualmente la tasa de reposición poblacional situada en aproximadamente 2.1 hijos por mujer. De acuerdo con los datos del último censo, entre estos países está Ecuador, lo que significa que no se asegura la reposición del número de mujeres en edades reproductivas, con lo que se producirá una disminución de la población en el largo plazo.
El año pasado, India superó en población a China, y a su vez China, tuvo en 2023 por segundo año consecutivo una pequeña disminución en su población. La revista Lancet en 2020 publicó que, de mantenerse la tendencia actual, más de 20 países verán su población reducida a la mitad hasta el año 2100, y más de 90 la verán disminuida en mayor o menor medida en el mismo período. Mientras tanto, el país que mayor crecimiento demográfico presenta es Nigeria, con una tasa de natalidad de 7 hijos por mujer, seguido por otros países africanos como Angola, República Democrática del Congo y Mali, todos estos con tasas de crecimiento superiores a 5.5.
Hay muchas razones para esta tendencia, como cambios en las dinámicas laborales, mayor educación sexual, incremento de sexo lúdico sobre el reproductivo, aspiraciones educativas de las mujeres, entre otras. Si bien este cambio puede tener beneficios como una mayor calidad de vida para las familias y una disminución de la presión sobre los recursos del planeta, plantea desafíos sobre la sostenibilidad de las estructuras sociales.
Por mi parte, mientras se aleja la posibilidad de ser abuela, aumenta la de adoptar un nuevo gato. (O)