Lo cierto, lo evidente, lo seguro, lo que es verdad. También la obligación de cumplir algo. Esta última acepción, ya en desuso, no obstante, revela la clave de este concepto que garantiza la continuidad de la razón en un continuo temporal. La certidumbre entonces sería la posibilidad de imaginar y expandir el ordenamiento del mundo, y por ello se convierte en una categoría política fundamental. Lo contrario, la incertidumbre, que genera ruptura y descomposición del sentido, así como descrédito y necesidad de llenar ese espacio con algo mejor. Por sí sola la incertidumbre no generaría el caos. El caos vendría a ser el encuentro y disputa de varias certidumbres provenientes del descrédito de la certidumbre como piedra angular de un sistema social. Los gobernantes, en cualquier sistema político, y obviamente los representantes en el sistema democrático, están obligados a respetar el principio de la certidumbre. En democracia esto se traduce, por ejemplo, en el cumplimiento del plan de gobierno, en la realización de los ofrecimientos que merecieron el apoyo popular, etc. En democracia la certidumbre debe plantear la reproducción de las condiciones para vivir en democracia, empezando por las más elementales como el acceso pleno a los derechos y la limitación de las taras sociales que lo impiden. En Ecuador, la primera de ellas es la desigualdad económica y social. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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