La palabra resiliencia se origina en el latín “resilio”. Significa volver atrás, rebotar, resaltar, volver de un salto. Se define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o situación adversa. Según el psiquiatra Boris Cyrulnik, es un término que se toma de la resistencia de los materiales que se doblan, sin romperse, para recuperar la situación o forma original.
Resiliencia puede ser sinónimo de resistencia, fortaleza, invulnerabilidad, estoicismo, adaptación, superación, sobrevivencia, recuperación o sobreposición. Se soporta en la introspección que permite saber lo que pasa alrededor, comprender las situaciones y adaptarse a ellas. Se soporta también en las iniciativas, creatividad, ideología personal y hasta en el sentido del humor. Permite a ciertos individuos desarrollarse con normalidad en un contexto de salud mental y de adaptación social, pese a vivir en un entorno desfavorable, con situaciones conflictivas aún desde su niñez, constituyéndose en una ventana al optimismo y a la adaptación, en una constante mejora para el ser humano, superando la adversidad y en búsqueda de un mejor mañana.
La vida nos depara situaciones variables que no siempre son dulces ni agradables; por ende, la supervivencia y la salud de nosotros están en dependencia directa del grado de resiliencia con el que sepamos responder frente a los problemas en el diario aprendizaje de la gran experiencia de vivir.
Y hoy, más que nunca, muchos ecuatorianos sufren angustia y estrés por frecuente enfrentamiento al susto, al miedo, a la incertidumbre, al asalto, a la muerte. Cuán importante es mantener una situación de equilibrio mental, realizando caminatas, gimnasia, lectura, pasatiempos o hobbies, actividades que nos distraen profundamente en un entorno de negativismo que caracteriza a los noticiarios y redes sociales. Un buen descanso con sueño se torna indispensable para obtener la energía que recargue esa batería interior que nos permite la fortaleza para mañana. (O)