Salir de casa es enfrentarse a conductas que rebasan lo absurdo y lo torpe del comportamiento humano; hoy en día, ceder el paso a un transeúnte que se abalanza a la vía pública se ha convertido en una obligación de todo conductor para evitar en primer lugar un accidente de tránsito y con alta probabilidad un juicio con repercusiones penales, sin omitir la desproporción de insultantes gritos y movimientos descoordinados de las manos que nos dicen hasta lo incomprensible; claro está, hay excepciones…
Así también, cuando estacionamos nuestros vehículos en los espacios permitidos para ello, muchas de las ocasiones debemos escabullirnos para evitar al cobrador “diligente” de turno, lo que genera una molestia pues no siempre se tiene la moneda que evita la grosería, el golpe al vehículo o de plano, una advertencia descarada por si algo llegara a pasar.
Nos hemos contagiado de tal agresividad que quien más grita o intimida, es quien a la final tiene la razón.
A favor de aquellos conductores ejemplares debo expresar que estoy totalmente en contra del abuso desmedido que vemos a diario y que se naturaliza en la vía pública. La ciudadanía necesita YA la respuesta oportuna de las autoridades ¡Esto está descontrolado! y si como sociedad no avanzamos hacia el buen vivir, el irrespeto de hoy se convertirá mañana en violencia y la violencia no se cura con violencia, se cura con educación. (O)