Iván Flores abrazó en dos temporadas al hilo la amargura de un descenso y la euforia de un ascenso con el club de sus orígenes: Deportivo Cuenca.
En 1994 los morlacos perdieron la categoría tras caer como locales contra Delfín, en penales (3-4). Al año siguiente se reivindicaron y retornaron a la Serie A como campeones de la Serie B.
A los 11 años Flores jugaba fútbol con la selección de la escuela Ezequiel Crespo. Marco ‘Pescado’ Zúñiga no tardó en llevarlo a las formativas del Expreso Austral.
Su buen pie también lo demostró como seleccionado del colegio Benigno Malo, donde adoptó el apodo de ‘Hocicón’. “Hablaba mucho en la cancha. Tengo una voz fuerte y medio gritón”.
Primera División
En 1989 su nombre se inscribió en la Primera División. Tenía 17 años cuando el profesor Víctor Manuel Battaini le hizo debutar en el profesionalismo. Ingresó al cambio por Jorge Ballesteros contra Macará en Ambato.
El mismo profesor Morales, en consenso con el resto de jugadores, le entregó la cinta de capitán, una responsabilidad que la supo llevar con orgullo durante ocho años consecutivos.
No era complicado para hacer amistades, pero sus compañeros pensaban dos veces antes de molestarle. “No me hacían muchas bromas porque tenía un carácter fuerte. Por algo fui capitán durante ocho años, me tenían respeto”.
Fútbol y estudios
Su primer sueldo fue de 35.000 sucres. ¿Qué es lo primero que hizo? Flores “Casi nada porque era muy poquito. Antes el fútbol no era tan rentable».
En la universidad empezó a estudiar Ingeniería Comercial. En las mañanas pasaba en una cancha y en las noches, en las aulas. Fue un compromiso que adquirió con sus padres.
A los 28 años se retiró del fútbol profesional. “Estaba a puertas de egresar. Era un sueño mío, de mis padres, entonces tomé esa decisión”.
Hoy tiene 52 años. Trabaja en una empresa pública. No deja de ir al estadio cada que juega el equipo morlaco del cual se declara hincha.
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