Vivimos en un país donde el honesto, el trabajador, el que cumple con las obligaciones y los deberes para con la sociedad es considerado como un ingenuo, des aprovechado, “tonto”; por lo que al sincero, honrado, cordial, leal, es visto como un ser único, extraño, en una sociedad en donde cada vez más se preconiza el facilismo, el quemeimportismo, siendo la impronta la famosa “viveza criolla”. Producto de lo citado se refleja en la producción que, según muchos estudios, los trabajadores latinoamericanos son los menos productivos del mundo, solo detrás del medio oriente, con una economía que desciende a niveles preocupantes, sin embargo, para muchos ciudadanos como que no les importa porque saben que su modus vivendi es el aprovechamiento de los demás.
Este roñoso lucro va generando un comportamiento morboso cual es la “sinvergüencería”, que según la RAE es sinónimo de canalla, caradura, pícaro, ruin…, habiendo muchísimos de estos en nuestro diario convivir. Estos especímenes están en todas partes y los hay desde fulanos sucos con cuello blanco hasta morenos desalineados, y lo que más preocupa es la multiplicación de sinvergüenzas que más aparecen cuando se inicia los procesos electorales, en la selección para puestos, en el accionar de algunos políticos, y ahora con la captura de muchísimos bribones en la trama de la famosa “metástasis”.
Pero, también la sinvergüencería está en muchos hogares, calles, patios, oficinas, hospitales, centros de educación y hasta en falsas amistades, por ello es oportuno, un “SOS”, ante la arremetida de tantos canallas; es tiempo de una lucha social para retirarles las máscaras y mostrar al mundo a los ruines que atentan a la sociedad.
Se dice que la pobreza, la falta de trabajo, de educación, la xenofobia y más discriminaciones son generadoras de la sinvergüencería, NO ES TAN CIERTO, porque, ahora más que nunca, los sinvergüenzas andan sin control, emergen de todas partes y se están incrementando… ¡Alto a la sinvergüencería, desenmascárala…denúncialo!, o tal vez calla que es otra forma cómplice de casi sinvergüencería, al negar su presencia o existencia. (O)