José Përalta decía “Llevan a Dios en los labios (muchos católicos), y su pecho es fragua de iniquidades; ostentan la cruz por divisa y ponen asechanzas a la virtud, y maldicen al hermano, y se gozan en la ajena desventura, y se hartan de pecados sin remordimientos ni zozobras (…) recitan preces sin descanso, pero con lengua avezada a la injuria y a la calumnia; con lengua que destila hiel y ponzoña; tienden las manos al cielo, pero esas manos inicuas, inmundas, son abominación ante los ojos del Altísimo. La virtud no es solamente un nombre: amor a Dios, amor a nuestros semejantes, amor a nosotros mismos, son los elementos de ese fuego sagrado que está dándole vida al espíritu, y que se llama Virtud.
“¿Qué dices a todo esto, tú que te jactas de virtuoso? (José Peralta: “Piedad y Fe”).
Por todas partes, en toda clase de organizaciones humanas, desde las más religiosas y esotéricas, hasta las políticas y patriotas, creciendo como hierbas ponzoñosas están los que han creído que basta con llenarse la boca del nombre de Dios, de la Santa Madre Iglesia, o de la Patria para tratar de pasar al grupo selecto de los virtuosos y de los ejemplares. Así procuran engañar a la gente con protervos y personales fines, ya sea para causar daño a algún ser humano o ya también para lucrar al amparo de su falsa postura.
Esos han olvidado la enseñanza fundamental de la más sabia Filosofía y Moral: “No hagas a otro lo que no quieras que a ti te hagan”. Y la fundamental prédica del dulce esenio Jesús que decía: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado.” Lo demás, el creer que por hacerse presentes en los Templos, como aquellos fariseos que Cristo desenmascaraba, o por hablar incansablemente, con lengua cargada de veneno, de redención, de igualdad, de patriotismo, es una tremenda equivocación.
De aquella forma engañarán a los necios, pero a los sensatos no; pues aunque éstos prefieran callar, albergarán en su interior un sentimiento de pena, cuando no de asco, al ver cómo pretenden esconder la negrura de su alma con un disfraz de Piedad, Virtud y Patriotismo. Es pues necesario e imperioso recordar ahora el pensamiento de Peralta. (O)