Un repaso por la historia de los derechos laborales de las mujeres evidencia que somos más explotadas, peor pagadas, y menos reconocidas. A nivel global hay una brecha salarial de género del 15 %, en Ecuador puede llegar hasta un 30 %. Las mujeres trabajamos 16 a 24 horas más a la semana que los hombres en las tareas de cuidado y domesticas que no son vistas como trabajo.
Somos quienes administramos los hogares, y esto implica el uso eficaz de los recursos de la familia, ejercicio que permite alimentar, cuidar, criar, educar, sanar, cobijar a quienes están bajo nuestro techo, aunque casi nunca es propio.
Las mujeres postergamos los proyectos de vida por el cuidado de la familia, lo que reduce la experiencia laboral. En la pandemia hubo una baja del 10.4 % de mujeres del ámbito laboral relacionado a la atención y cuidado.
La evidencia es más que amplia en materia de estadística, pero también de análisis personal, basta con preguntarnos cuánto tiempo dedicamos a descansar. Las mujeres más empobrecidas no gozan de momentos propios para ellas, incluso su salud está siempre relegada. El 8M significa reconocer los derechos laborales de las mujeres y su aporte al desarrollo, no celebramos. (O)