Las emociones desempeñan un papel crucial en el ámbito político, sirviendo como poderosos movilizadores. No sorprende que los consultores electorales recurran a ellas al establecer estrategias de comunicación para ganar votantes indecisos. Sin embargo, esta tendencia ha sido objeto de críticas por parte de aquellos que abogan por una amplia deliberación en las sociedades democráticas. Este escenario es especialmente relevante cuando se trata de decisiones sobre temas fundamentales, como la gestión de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el crimen organizado, la extradición de ciudadanos, la implementación de judicaturas especializadas, el arbitraje internacional, el trabajo por horas, el aumento de penas, el control y destino de armas, o la extinción de dominio, temas que serán abordados este 21 de abril en la Consulta Popular.
Lamentablemente, en lugar de una conversación pública y abierta, en la que la diversidad de opiniones pueda encontrar eco a través de argumentos, lo que predominan, desde el lado gubernamental, son las amenazas que apelan al miedo. Se insta al público a temer la pérdida de lo que consideran avances logrados y se sugiere que la permanencia de los militares en las cárceles está condicionada al resultado de una Consulta Popular. Encasillan con la etiqueta de criminales y narcotraficantes a quienes apoyan el NO por tratar de oponerse a lo que hace el gobierno.
La oposición a la Consulta se ha manifestado principalmente a través de Pachakutik y la CONAIE, quienes recurren a la rabia como estrategia narrativa para proponer un rechazo generalizado. Su oposición a las políticas gubernamentales es la principal premisa para oponerse a una Consulta que consideran innecesaria, más aún con un costo que asciende a cerca de 60 millones de dólares, monto que podría haberse destinado a áreas más urgentes como la seguridad y el empleo.
Es crucial que se fomente un debate público significativo sobre las preguntas planteadas en la Consulta Popular. Que este debate no se limite únicamente a emociones como el miedo o la rabia, sino que también se abra espacio para argumentos sólidos y deliberaciones fundamentadas sobre las opciones que afectarán el próximo proceso electoral.