A propósito del término desarrollo, muy usado en el discurso académico, sociológico, económico y político, resulta pertinente un análisis conceptual acerca del tipo de desarrollo que debería implementarse en territorios locales como un Municipio o una provincia; un análisis que debería comprometer la participación de los ciudadanos.
Así como al nivel de una sociedad nacional los enfoques del desarrollo son variados, al nivel del desarrollo local podemos también distinguir entre un modelo de tinte neoliberal, un modelo de corte neoestructuralista y un modelo de desarrollo local alternativo. Los dos primeros no rebasan el sistema económico vigente y las formas políticas existentes, aunque a diferencia del modelo neoliberal el modelo neoestructuralista, por lo menos, pondría un mayor acento en la política social y buscará mayores espacios para la participación ciudadana.
Un modelo de desarrollo local alternativo, en cambio, sin excluir las diversas formas de producción, pondrá énfasis en las formas de economía popular y solidaria, al mismo tiempo que promoverá una democracia participativa, esto es, que vaya más allá de lo electoral y representativo, o de una participación reducida a la simple lógica del individuo-ciudadano o cliente; además de que la política social irá más allá del esquema asistencialista e inmediatista de las llamadas nuevas políticas sociales (NPS), políticas auspiciadas por organismos multilaterales como el Banco Mundial (BM).
Como dice el autor español José Arozena: un modelo de desarrollo local alternativo deberá caracterizarse por ser integral – donde junto a importantes realizaciones en lo económico y productivo se den logros en los aspectos sociales y culturales- ; deberá tener una alta capacidad de respuesta diferenciada al entorno – es decir a los cambios de las políticas nacionales, a las modificaciones del mercado internacional y a las transformaciones tecnológicas- ; deberá contar con un sistema de actores con capacidad de generar un grupo dirigente que conduzca el proceso y posea un cierto grado de legitimidad social; y, finalmente, deberá sustentarse en una identidad local que permita reconocerse en una historia colectiva y convertirse en una palanca para el desarrollo del territorio. (O)