Conocidos los resultados de la consulta y el referéndum e interpretados según las más variopintas posiciones, cada sector político, en especial el Gobierno, deberá hacer lo suyo con miras a resolver los más apremiantes problemas del país, comenzando por la crisis energética.
Seguir con la cantaleta de si se perdió o se ganó; peor de entender los resultados considerando la polarización entre correísmo y anticorreísmo, o de tomarlos como termómetro para medir la credibilidad del Gobierno es reducir la calidad del debate y quedarse en las mismas cuadraturas de siempre.
El corto plazo dirá si el Régimen, también la Legislatura, moduló perfectamente el contenido de las preguntas respondidas con el sí, la mayoría ligadas a la seguridad; pero también las respondidas con el no, máxime si otra gran urgencia es la falta de trabajo; igual la ausencia de grandes inversiones, sobre todo extranjeras, con terreno fértil en nuestros países vecinos.
El Gobierno está llamado ahora sí a ubicarse; a tomar los correctivos necesarios para reorientar sus políticas, a lo mejor comenzado por deshacerse de funcionarios, entre ellos algunos ministros, incompetentes, sin control de gestión y de verlos hacia dónde miran; igual, a tener más empatía con la gente, y, por ende, con sus necesidades más apremiantes.
La oposición también deberá asumir lo suyo. Es en la Asamblea Nacional donde deberá actuar según el pálpito popular reflejado en las urnas.
Ufanarse por lograr el sí en nueve de once preguntas, cuando lo esperaban en todas; o satisfacerse “ni a medias” por haber ganado el no en dos de ellas, cuando lo ansiaban en todas, simplemente por animadversión hacia el Gobierno y allanar el camino electoral próximo, es revelar poca estatura política, lamentablemente el “caldo de cultivo” para no pensar en el país sino en sus parcelas.
El tiempo dirá si valió la pena convocarle al pueblo a la consulta y referéndum.