En el Ecuador pareciera que estamos condenados a repetir los mismos errores una y otra vez. El mediatizado caso de Carlos Polit, por ejemplo, ilustra lo frágil que es el sistema público para permitir la corrupción a partir de sobornos y prácticas deleznables como las relatadas en el juicio que tuvo lugar en las cortes de Miami. En aquella corte un jurado ha decidido la culpabilidad del acusado en los diferentes cargos relacionados con el lavado de dinero por un monto de hasta 10millones de dólares.
Es de conocimiento público que el sistema de soborno, corrupción y lavado sigue vigente en algunas instancias en el Ecuador. Es muy poco lo que se ha hecho para evitar que estas prácticas reprochables, que se han realizado desde antes del correísmo, y siguen ejerciéndose en gobiernos posteriores, sigan replicándose. En este país las instituciones públicas siguen siendo, lamentablemente, susceptibles de caer víctimas de tentaciones similares.
Corresponde aprender de escarnios públicos como el de Polit. No alcanza con acusar a gobiernos de los cuales fue “simpatiquísimo contralor”, a sabiendas que existe, o debería existir, independencia entre poderes del Estado. Lo que corresponde es reforzar los pesos y contrapesos entre estas instancias para impedir que las empresas poderosas puedan ofrecer coimas y salir airosas con sus cometidos, y que políticos corruptos puedan ser capaces de enriquecerse con dinero mal habido sin tener sistemas de alerta temprana y control previo.
Si el Ecuador no aprende de los casos Odebrecht, Sinohydro, o El Padrino, por citar unos pocos, seguiremos teniendo más “Carlos Polit” que lamentar en el historial de políticos corruptos.