…mayo hasta que se pudra el sayo. La sabiduría popular a menudo refleja los patrones cambiantes de la meteorología, aunque ahora estos refranes no parecen acercarse a la realidad, dado que, en la actualidad, los cambios climáticos y los estados de excepción en Ecuador se han convertido en lo único constante. En contraste con la norma, el mes de abril no fue lo suficientemente lluvioso este año, y esta anomalía, combinada con la escasez de agua de meses anteriores, ha obstaculizado los esfuerzos para que el embalse de Mazar pueda recuperar sus niveles, los cuales llevaban varios meses en declive.
Las consecuencias del período de sequía son ampliamente conocidas. No solo han regresado los apagones que amenazaron a fines del año pasado, sino que también nos vemos obligados a depender de las condiciones meteorológicas para garantizar nuestra seguridad energética.
Recientemente, la Asamblea ha censurado al exministro Santos Alvite, entre otras cosas, por no haber desempeñado su labor con las precauciones necesarias para proporcionar suficiente energía a un país cuya demanda sigue en aumento y que no ha realizado mejoras significativas en sus sistemas de generación y distribución. A pesar de las limitaciones financieras, Santos insiste en que su gestión se caracterizó por la austeridad y el ahorro. Sin embargo, es incapaz de reconocer que ciertos recortes, como en este caso, han tenido efectos colaterales que perjudican profundamente al Estado. Se estima que el país pierde 12 millones de dólares por cada hora de apagón. La inversión en el mantenimiento de las plantas termoeléctricas habría evitado estas pérdidas que ahora lamentamos.
El desafío de esta nueva crisis no puede quedar únicamente en la responsabilidad del ministro Luque. Una perspectiva de ese tipo nos condenaría a repetir el mismo error del año pasado. La problemática debe ser abordada desde la agenda nacional, pero con intervención de actores e instituciones regionales y locales. Campañas de ahorro, planes de contingencia, mantenimiento y nuevos proyectos de generación. La intervención de las prefecturas, de la academia y del sector industrial y comercial con proyectos integrados para resolver esta problemática y liberar en algo la presión que recibe el Estado en resolver la creciente demanda por energía.