Mañana México

Gerardo Maldonado Zeas

El sexenio más violento y sangriento de la historia, es la herencia que deja Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para retirarse sin pena ni gloria de la presidencia de México.

Para él, con su voz y pausas interminables, como si fuera un pésimo locutor de ajedrez, la violencia es parte de una “campaña infeliz para desprestigiarle”. Pero los datos son irrefutables: 190.000 homicidios, la muerte de candidatos y políticos que superan los 150, siendo para el presidente cuestiones poco importantes.

Desde que lanzó ese programita populista de “abrazos y no balazos” los mexicanos viven atornillados por el miedo. Peor aún, cuando las políticas “progresistas” han arranchado del seguro médico popular a cerca de 50 millones de mexicanos, y ese modelo que es el fundamento de la educación de los del siglo XXI de cambiar las escuelas tradicionales a las unipersonales, ha dejado en la indefensión de conocimiento a millones de niños.

Los femicidios han aumentado exponencialmente; fuentes independientes del control estatal afirman que existen más de 5000 carpetas de denuncias no tratadas, ni investigadas.

Y mañana serán las elecciones para renovar posiciones en el legislativo, ejecutivo, federativo y la presidencia. Hasta la hora que escribo este editorial, solo en esta semana han asesinado a dos candidatos de la oposición a seccionales en Morelos y Acapulco.  La oficialista Claudia Sheinbaum, considerada aún más radical que AMLO, no ha dicho nada, no ha propuesto cambios, sino solamente alaba soterradamente a un presidente anacrónico y golpeado por sus propios errores.

En la oposición, la candidata de una coalición rara entre los opositores al partido de AMLO, Xóchilt Gálvez ha ganado puntos para avanzar contra la del oficialismo. Y el que sigue, el del movimiento ciudadana Jorge Alvarez Máynez viene muy atrás.

En un país tan grande como el mexicano con 88 millones de ciudadanos en capacidad de votar, hacer pronósticos es muy complicado. Siempre he criticado aquellos datos de encuestadoras que se vuelven propaganda para arrastrar votantes. La gente, supuestamente, se suma a quien está adelante en los pronósticos, pero en esta ocasión podría haber algunas sorpresas en contra de los candidatos del oficialismo.

A Gálvez los jóvenes le acusan de no tener un discurso que les inspire; los pobres de estados como Chiapas, Nuevo León o el propio México DF son el caldo de cultivo de las campañas de López Obrador y de su partido Morena, a quienes convencen con “mamarrachaditas” siguiendo el modelo del viejo del populismo. Todo podría pasar, por eso es que la jorguita de “asilados de piedra” del correísmo sudan la gota gorda, porque si Xóchilt gana la presidencia, estarían de patitas en la calle. Ojalá para la democracia y el avance de cambios urgentes y necesarios, mañana la Virgencita de Guadalupe ayude haciendo un milagro. (O)