Toda iniciativa y esfuerzo por hacer de Cuenca una ciudad segura es bienvenida.
La seguridad permite laborar en paz, fomentar el turismo, atraer inversiones, transitar sin sobresaltos por los espacios públicos, asistir a clases o a los lugares de trabajo convencidos del regreso casa.
Claro, eso es lo ideal; pero lo ideal no siempre se cumple, mucho más si la ciudad está inmersa dentro del clima de violencia desatada en el país, por su puesto con las diferencias del caso, y ni de lejos comparables.
De vez en cuando ocurren muertes violentas como la sucedida este lunes en el centro de la ciudad. Robos y asaltos no dejan de ocurrir.
A decir de los perjudicados y por la corroboración de las autoridades, muchos robos se perpetran utilizando motocicletas, bajo la modalidad conocida como “dos en moto”, muy común del sicariato en otras ciudades.
Ante a esas evidencias, por unanimidad el Concejo Cantonal aprobó en primer debate una ordenanza para regular la circulación de personas en motocicletas. Contiene excepciones: cuando se transporte a familiares, estudiantes universitarios, mujeres, personas con discapacidad, profesionales de seguridad, entre otras.
La propuesta apunta, además, a exigir a los extranjeros la licencia para conducir motocicletas.
Desde el primer debate han transcurrido siete meses. Se ha estancado debido a la inclusión de varios cambios, como el de querer normar la actividad comercial de los delivery, no regulada por la Ley de Tránsito, una tarea pendiente para la Legislatura.
El clamor ciudadano por la seguridad rebasa las discusiones desatadas entre el alcalde y el concejal proponente de la ordenanza. El trasfondo parece radicar en la animadversión y en el afán por la supremacía.
Si todos nos preciamos, incluso en el exterior, por tener una linda y acogedora ciudad como Cuenca, remar en la misma dirección, en este caso por la seguridad, sólo es cuestión de mentalidad.