La familia es la institución fundamental de la comunidad social.
El siglo XXI, en sus dos décadas y media es una prolongación del anterior con el espectacular avance científico.
Pero también es el tiempo de la crisis ética globalizada. Corrupción e irrespeto a la ley, violencia, guerras y crimen organizado, confusión de conceptos y distorsión de los valores e instituciones con graves rupturas que hacen imprescindible por cuestión de lógica existencial rescatar la misión esencial de las instituciones como la familia que deben perpetuar el sentido moral de la vida.
La experiencia demuestra que la familia es la célula fundamental de la sociedad, lo que ella vive y siente, irradia a la sociedad. Es la primera escuela de formación ciudadana por los valores que enseña.
Así como de la unión del hombre y la mujer vienen los hijos se debe vivir en el respeto y la solidaridad.
En el nivel de las concepciones sociológicas la familia es la organización primigenia de la continuidad tradicional de la cultura.
Cabe preguntar cuál es la realidad.
Según autores como José Ortega la familia es “un sistema de interrelación biopsicosocial que media entre el individuo y la sociedad y se encuentra integrada por un número variable de individuos, unidos por vínculos de consanguinidad, unión de hecho, matrimonio o adopción”
Emilio Durkheim señaló su proceso variable en el tiempo, pero es indiscutible su carácter esencial por el vínculo natural de procreación y formación de la persona humana más aún si en nuestra realidad, la situación social, incrementa la migración con sus efectos socioeconómicos que influyen en la tabla de valores.
Lo más grave es la incapacidad de amar.
Se acentúan los factores emocionales, el impacto de la soledad y la necesidad de convivencia. Con el tiempo la realidad volverá a tomarnos cuenta, la naturaleza reclama por la coherencia vital de ser personas en la plenitud de amar para la vida. (O)