La resolución de la Asamblea Nacional, de solicitar al presidente Daniel Noboa que se abstenga de emitir criterios personales respecto de sus colegas en la región, es un justo y necesario documento que, además de extender disculpas públicas a los presidentes agredidos por las declaraciones publicadas en el artículo del The Newyorker, sirve para respaldar las relaciones internacionales que lleva el Ecuador.
Contrario a la vocería oficialista, lo actuado por el legislativo apunta a encontrar una solución dentro de los parámetros diplomáticos, aquellos que el primer mandatario ha demostrado desconocer o, claramente, no tener intenciones de recorrer. Es por ello que llama la atención la anticipación que hizo la asambleísta Centeno, al exponer una supuesta confabulación en contra del presidente Noboa relacionado con su salud mental. En su intención de exponer la actitud política de la oposición y con ello victimizar al primer mandatario, Centeno deja entrever una nueva intención de distraer la conversación política por fuera del duro llamado de atención que acaba de recibir de parte del primer poder del Estado: Del legislativo.
El llamado a la prudencia es necesario no solo por las agresivas expresiones contra los mandatarios que fueron publicadas en el reportaje del Newyorker. El exhorto del legislativo también debería interpretarse como un llamado a concentrarse en una agenda urgente de necesidades para la ciudadanía. Una agenda en donde las intenciones de una cárcel en la Antártida no tienen lugar.
El llamado a la prudencia debería ser entendido como un pedido colectivo hacia Carondelet, para que dejen el efecto efímero de una tendencia en TikTok y piensen en la gestión de mediano plazo, aquella que no puede esquivar las vocerías devenidas en bengalas distractoras, ni las perlas presidenciales que intentan escudarse en acusaciones a un prestigioso periodista que lo único que hizo fue describir el contexto que evidentemente es el que rodea al mandatario.