Deplora, avergüenza y, al mismo tiempo, provoca rechazo y condena la actitud de determinados dirigentes políticos cuyo único norte es la defensa de sus intereses, y no cualesquier intereses, sino los que riñen con la ética y la transparencia.
En estos días los ecuatorianos vemos las maniobras para tomarse la Justicia. Han ido al todo o nada aprovechando aquel esperpento creado en la Constitución de Montecristi, el Consejo de Participación Ciudadana, en el cual la participación es una maquiavélica broma, peor su independencia; donde el mínimo de decencia ha sido pisoteado por presidentes y vocales, muchos de ellos procesados por corrupción, por deberse en cuerpo y alma hasta a prófugos de la justicia. Por allí queda una que otra excepción.
Bajo su poder omnímodo estaba la designación del nuevo presidente del Consejo de la Judicatura, de cuyo vientre deben salir nuevos jueces, entre ellos algunos magistrados para la devaluada Corte Nacional, la otrora Corte Suprema de Justicia.
Como es lo que quieren, el descaro llegó al colmo de fraguar maniobras de baja ralea para llevar a la presidencia a quien ha de ser su faldero y amanuense. Salió de una terna remitida por el presidente de la Corte Nacional, acaso ya preconcebida, como ocurrió cuando el ungido fue el apodado como “Diablo”, ahora huésped de La Roca, y al que sus angelitos quieren salvarlo.
El cinismo llegó a su cumbre más alta porque movieron todos los hilos para echar por la borda la primera elección. Simplemente funcionó la consigna de “a este me pones, y punto”.
Dícese en los corrillos de la politiquería que para fin tan perverso pactaron en las sombras supuestos enemigos políticos.
Todo lo pueden perder, si es posible hasta el honor, si aún lo tienen, pero menos la Justicia. La ocasión no la podían dejar escapar. Es que tienen cuentas pendientes, purgas que pagar, sentencias que quieren que se vuelvan cenizas en el horno de la impunidad, deben narcofavores, persiguen a sus exdormilonas, no quieren más Metástasis ni Plagas.
Y para eso y mucho más buscan a la Justicia volverla gelatina a fin de congelarla según los moldes de sus intereses. Saben, de sobra, que esto sólo es posible con jueces timoratos, corruptos, ignorantes del Derecho o comprables con un vaso de limonada.
Todo cambia para que nada cambie. Impávido el pueblo observa cómo, para desgracia suya, ciertos partidos y movimientos no son más que cuevas de bandoleros, rasputines y piratas. Su único fin es tomarse la Justicia. Ya vendrán por más. Vendrán para tomarse la Fiscalía. Si lo logran, si se lo permite, se llevarán “el santo y limosna”. (O)