El ayer es un depósito de elementos variados que constituye nuestro haber más cercano porque lo llevamos con nosotros a todo lado y, además, resulta fácil ponerlo frente a nuestros ojos porque su evocación está al alcance de todos. El ayer es nuestro testigo y nuestra reserva, es alimento rico en proteínas porque está formado por depósitos de conquistas, de luchas y esfuerzos, de triunfos y también de fracasos. Contar con un ayer que nos respalda es un tesoro a nuestra disposición.
Insisto en ese viejo ayer, muy propio de algunos de nosotros, porque nuestro hoy sigue espejándose en los códigos morales recibidos de nuestros mayores que llegaron a formar las rieles por las que nos hemos desplazado y se desplaza aún nuestra existencia. Lo que menciono no es tan sencillo: somos seres privilegiados porque nos enseñaron metas a las que debíamos dirigirnos para ser personas de bien; nos inculcaron normas para conseguir ese propósito y también nos alertaron sobre escollos que podíamos encontrar en el trayecto. En pocas palabras supimos desde infantes y niños qué hacíamos en el planeta, hacia donde nos dirigíamos, quienes podían ser nuestros enemigos, con que armas teníamos que combatir; además, que siempre era aconsejable dormir con un ojo abierto para estar en estado permanente de alerta.
¿El panorama de hoy? No requiere ser descrito con detalles porque lo tenemos frente a nuestros ojos. No es un fenómeno natural, espontáneo, surgido al azar. Mentes enfermas y muy poderosas, desde hace algunas décadas, nos colocaron frente al despeñadero; como resultado observamos que ya no son muchos los que permanecemos en una cierta fidelidad a los códigos mencionados; vemos como nuestra juventud y algunos no tan jóvenes ruedan cuesta abajo mientras que, los que nos creemos incólumes, contemplamos que el mundo se desmorona y mantenemos un silencio y quietud inmorales. Somos parte del desastre, culpables inconfesos, testigos forzados de una barca al garete. A más de ser albaceas del desmoronamiento moral del universo, ¿nos queda aún algo que podamos hacer?
Me considero un crítico moderado que intenta dibujar el mundo en que vivimos. Mantengo la esperanza de que un buen día alguien moralmente intachable tenga la voluntad y la fuerza para enarbolar la bandera de la libertad y reinstaurar la fe y la moral, aún a costa de provocar un caos que destruya ídolos de barro y organizaciones perversas. (O)